El club del paro
He de confesar que he vuelto al club. No lo digo con ningún orgullo, todo lo contrario: éste es un club del que me costó salir hace 10 años, tuve que hacerlo por propios medios y sin ayuda.
Hoy, por propios errores, he vuelto a entrar; aunque aquí, debo decirlo, al volver al club, sí me he visto ayudada. Algunos acusan a los socios de este club de complacencia, de no hacer méritos. Yo les diría a los que critican que pasen y comprueben las múltipes ventajas. Y después hablen, pero después de conocer.
Una de las ventajas es el deber de ser anillado cada tres meses como paloma de competición, eso ya te da el sentido de pertenencia que tanto necesitas en la vida. Se te exige el compromiso de querer abandonar el club. Te invitan a asistir a entretenimientos y enseñanzas prácticas, con el consejo de no faltar, bajo pena de perder todos los beneficios de los que gozas. Eso te da ya la primera nota de que no eres tan bien recibido como pensabas.
Has adivinado, es el club del paro. En éste, además, yo soy socia honorífica, porque además de parada fui autónoma. Los autónomos, como sabéis, son una raza aparte. Pagan sus cuotas, trabajan como todo hijo de vecino y más. Pero cuando no tienen trabajo, son especiales: están en paro, pero no cobran paro.
Por supuesto, todo se compensa cuando llega la declaración de la renta; ahí toca pagar como a todos aunque no tengan trabajo, ni paro, ni otros ingresos desde el año pasado.
Como veis son todo ventajas. Por cierto, que no digan que no hay voluntad, aprovecho para anunciarme: periodista en paro, sin cobrar paro, se ofrece, amplia experiencia (es cierto).
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