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La consecuencia más visible y comentada de lo que ocurrió el 20-J, superados ya los bochornosos episodios de las cifras imposibles y las mentiras impresentables, parece ser ¡la vuelta del PSOE a la izquierda! Así lo explican pícaros tertulianos, necesitados de encontrar sensatez a la movilización de millones de trabajadores con empleo poco más de una semana antes de la correspondiente paga extra de verano para hacer visible un rechazo frontal a las previsiones contenidas en la reforma parcial del despido y otros asuntos que el Gobierno ha aplicado cumpliendo un poco vergonzantemente su programa máximo en materia laboral.
La presencia del líder socialista en la manifestación del 20-J y la correspondiente de buena parte de los líderes del PSOE en las celebradas a lo largo y ancho del país, sumándose sin condiciones al contenido y a la forma de la huelga general, constituyen para los observadores más perspicaces un dato que implica la vuelta de los socialistas a las filas de donde proceden (de donde procedían hasta la IIª República), es decir, el mundo obrero, el del trabajo, el de las clases populares urbanas y zonas con industria y/o minería.
Los más atrevidos señalan que, en realidad, a lo que se vuelve es al entorno de lo que significa IU, que es donde había quedado apeado el testigo maltrecho del programa máximo de la izquierda posible, después de un vapuleo inmisericorde que empezó con el sorpasso del 77 (el PSOE arrasó en votos en la izquierda), se consumó en el 82 y ha seguido hasta hoy como tendencia. Pero una lectura menos entusiasta y más ligada a la lógica muestra que el gesto del PSOE podría no resultar tan meditado si tenemos en cuenta que cuando estuvo en el Gobierno se distanció hasta lo absurdo de IU, enfrentándose a los sindicatos de trabajadores al poner en marcha su propia reforma del mercado laboral dirigida a conseguir a la desesperada una bajada del paro mediante una desregularización del principio del contrato fijo e indefinido, que habría de constituir el preámbulo a las políticas que después aplicaría el PP, incluidas las recientes y polémicas que han arrastrado a la convocatoria de huelga. En el supuesto giro a la izquierda del PSOE no hay autocrítica, ni propósito de enmienda, ni alternativas a la política del PP en la materia, sólo, y a mi modesto entender, el típico desvarío de quien tiene poco margen para el ejercicio de la oposición y se ve obligado a posiciones de semántica y de verbalismo, o de tremendismo efectista escenificado sin red. Lo que en su día dio el triunfo al PSOE fue la moderación, la apuesta por el centro, su modernidad y la ventaja que le daba la bula concedida por la mayoría electoral a quienes creía encarnación principal de los intereses de las clases populares.
El PSOE perdió, después, en varias fases todas aquellas rentas: el referéndum para quedarnos en la OTAN, su divorcio de UGT, las dos huelgas generales, la reforma laboral, el paro, su política antiterrorista lamentable y su desbordamiento moral por algunos casos muy sonados de corrupción arrojaron a su izquierda a la abstención (y a IU en el 93), y a su centro en brazos del PP (en el 96 y 2000). Recuperar primero el voto militante de izquierda (apoyando la huelga general) para después esperar al votante de centro (mostrándose dialogante, moderno y eficaz) podría acabar en paradoja: regalarle la izquierda a IU (porque esa es suya), y el centro (que es quien decide el ganador) al PP.
¡Uf!
Vicent.franch@eresmas.net
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