Los otros retos de Brasil
Cafú quiere ser el primer jugador con tres finales seguidas; Rivaldo, marcar en siete partidos, y Ronaldo, fijar el nuevo estilo de peinado
La actual selección brasileña no será la más carismática de todos los tiempos, pero dos de sus integrantes, Rivaldo y Cafú, están muy cerca de batir un par de marcas que ni los legendarios Pelé y Garrincha ni el argentino Maradona han logrado en la historia del fútbol.
Rivaldo ha marcado en cada uno de los cinco partidos que lleva disputados en este Mundial. Sólo otros seis jugadores han hecho lo mismo: el búlgaro Stoichkov, el alemán Müller, el italiano Schillaci, el portugués Eusebio, el también brasileño Jairzinho y el francés Fontaine. Si también anotase algún gol mañana, ante Turquía, el delantero del Barcelona pertenecería a un club aún más elitista, de tres, junto a Jairzinho y Fontaine. Y si Brasil se clasificara para la gran final y él llevase igualmente algún balón a la red, se convertiría en el primer jugador de la historia en marcar en siete partidos consecutivos en un Campeonato del Mundo.
El barcelonista, tras las huellas de Stoichkov, Müller, Schillaci, Eusebio, Jairzinho y Fontaine
Cafú, el defensa derecho y el capitán brasileño, tiene más fácil conseguir su meta personal. Con que Brasil ganase mañana a Turquía se convertiría en el primer futbolista en jugar tres finales de la Copa del Mundo consecutivas. Pelé, O Rei, jugó en las tres selecciones brasileñas que ganaron los Mundiales de Suecia 58, Chile 62 y México 70, pero aparte de que hubo un salto, el de Inglaterra 66, no jugó la de 1962 por hallarse lesionado. Cafú, que acaba de cumplir los 32 años de edad, jugó la final de Estados Unidos 94 contra Italia, que Brasil ganó por penaltis, debido a una lesión del titular, Jorginho. En Francia 98 fue titular indiscutido, aunque para perder ante el equipo de Zidane, y en Corea y Japón 2002 más todavía.
El excelente lateral del Roma es consciente de estar en el umbral de un récord extraordinario y por eso, como reconoció ayer, se siente nervioso. Cuando los periodistas le preguntaron cómo se encontraba, respondió, visiblemente tenso: 'Miren mi sonrisa. Yo estoy sonriendo, pero eso es algo que yo trato de contener dentro de mí. Busco no pensar en ello'.
Por otro lado, Ronaldo, el jugador más celebre de la selección canarinha, debe de sentirse decepcionado por el hecho de que su compañero Rivaldo le haya usurpado el papel que él había esperado cumplir en la cita asiática. Porque Ronaldo había prometido antes de comenzar el torneo que sería él quien anotaría en cada partido. De todos modos, teniendo en cuenta que hace apenas un mes ni siquiera se sabía si se recuperaría a tiempo de las lesiones que arrastra desde hace tres años, lo suyo es que esté satisfecho. Pero todavía parece sentir la necesidad de ser el centro de la atención.
Ya que el ingles Beckham se ha tenido que volver a su casa, Ronaldo le ha tomado el relevo en lo que a moda se refiera. Ayer apareció en el entrenamiento de Brasil, en el estadio de Saitama, en el que mañana se disputará la semifinal contra Turquía, luciendo un novedoso corte de pelo. Se ha rapado la cabeza, salvo un mechón en la frente en forma de arco.
Ya se verá si el nuevo look del interista tendrá o no el mismo impacto que el de Beckham, pero lo importante tanto para él como para su equipo es que, según las declaraciones del médico, son muchas las posibilidades de que se recupere de sus últimas dolencias y pueda jugar. Ayer intervino en el partido de entrenamiento, once contra once, que duró casi una hora.
El susto de Marcos
Por contra, el susto lo deparó el portero Marcos, quizá la gran revelación brasileña. Tuvo que retirarse del terreno tras sufrir un encontronazo con el lateral Belletti.
Con fuertes dolores en el muslo de la pierna derecha, se temió en principio que Marcos no pudiera estar frente a los turcos, en cuyo caso la alternativa sería Dida. Después, sin embargo, las impresiones fueron más optimistas, máxime tomando en consideración que el encuentro es mañana. Desde luego, el propio Marcos fue categórico al afirmar: 'No me perdería esa cita por nada del mundo'.
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