Bin Laden abre un nuevo frente en el Magreb
La actividad de Al Qaeda en Marruecos y Túnez provoca reacciones distintas en medio de una grave caída del turismo
Las autoridades tunecinas atribuyeron, en un principio, a un accidente la voladura, el 11 de abril, de la sinagoga de Yerba, que causó 19 muertos y que ayer reivindicó un portavoz de Al Qaeda. Desde entonces se han producido en Túnez nuevos avisos de atentados terroristas que, a principios de mes, obligaron a evacuar un par de hoteles, uno de la cadena española RIU, en Port el Kantaui. La alarma la dio el Ministerio de Exteriores alemán y no la policía tunecina.
Los servicios secretos y la Gendarmería marroquí desmantelaron en mayo una célula de Al Qaeda -detuvieron a tres saudíes y a cuatro cómplices locales- y dieron a la operación una difusión sin precedentes a través, primero, de filtraciones a la prensa y, el miércoles, de una nota del fiscal de lo penal de Casablanca, que les acusó de proyectar atentados, en el estrecho de Gibraltar, contra buques de guerra estadounidenses y británicos, y contra la plaza Yemaa el Fna, de Marraquech, y autobuses de línea.
El secretismo tunecino se explica por el empeño de aparentar ser un país estable, que erradicó la amenaza islamista, y por tratar de preservar el maná turístico, su principal fuente de ingresos de divisas. En abril, el mes del bombazo en Yerba, el número de turistas europeos que viajó a Túnez cayó, no obstante, un 39%, según la revista Profession Tourisme.
En Marruecos, sin embargo, ni el deseo de alardear estabilidad ni el de evitar dañar al sector turístico impidieron que las autoridades fueran, por una vez, indiscretas y anunciaran a bombo y platillo la operación contra los seguidores de Bin Laden. El turismo, segunda fuente de divisas después de las remesas de emigrantes, ya está tocado. Desde principios de año su caída ha sido de más del 30%, según el diario Aujourd'hui Le Maroc.
Esta divulgación a los cuatro vientos de los planes de Al Qaeda irrita a los islamistas marroquíes, da pie a la izquierda para arremeter contra las formaciones religiosas y deja perpleja a la prensa independiente, que se pregunta sobre sus motivaciones.
Como sus correligionarios tunecinos de Ennahda, exiliados en Londres, los islamistas de Rabat se han desmarcado de la violencia, aunque no faltó algún imam, como el jeque Al Fizazi, que reiteró que 'el deber de los musulmanes es apoyar a los musulmanes, sean o no miembros de Al Qaeda'. Todos, se preguntan, sin embargo, junto con su diario, At Tajdid, '¿por qué y a quién sirve este ruido mediático?', dando a entender que el golpe antiterrorista será aprovechado para atacarles.
Socialistas y ex comunistas no han desperdiciado esa oportunidad a tres meses de las elecciones generales. Al rehusar condenar sin paliativos, 'los islamistas demuestran que siguen siendo la rama durmiente de la internacional terrorista, dispuestos a arremeter contra la democracia cuando llegue el momento', escribe Al Bayane, órgano de los ex comunistas.
'Ninguna prueba material ha sido encontrada de los preparativos de la operación (...)', recalcaba el diario L'Economiste haciéndose eco del amplio desconcierto. El islamólogo Mohamed Darif se pregunta 'por qué Al Qaeda hubiese ahora atacado objetivos marroquíes', cuando sólo ha golpeado intereses norteamericanos e israelíes. Este asunto ha sido 'inventado de cabo a rabo o hinchado de manera desmesurada', sostiene Le Journal.
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