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Columna
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El tiro por la culata

La agenda del Gobierno para la cumbre europea de Sevilla era una agenda doble:una declarada y otra oculta. La declarada tenía que ver con el proceso de construcción de Europa y, en conexión con él, con el propósito del presidente del Gobierno de acabar siendo el presidente de la Unión Europea con la nueva fórmula que han propuesto Tony Blair, Jacques Chirac y él mismo. La no declarada tenía que ver con los futuros procesos electorales internos y en particular con el proceso electoral autonómico andaluz. La cumbre de Sevilla debería servirle a Jose María Aznar para potenciar, por un lado, su imagen como candidato a la presidencia de la Unión Europea y para iniciar, por otro, la reconquista de Andalucía, que continúa siendo la asignatura pendiente del PP.

El PP ha quedado tan desconcertado con la política diseñada por el Gobierno de la nación en Andalucía, que ha roto filas y ha iniciado algo bastante próximo a la desbandada.

Es incierto, aunque no es en absoluto descartable, que haya conseguido hacer avanzar el primer asunto de su agenda. Con la evolución electoral que se está produciendo en Europa, y en particular si el partido cristiano democráta consiguiera ganar en septiembre las elecciones alemanas, José María Aznar se encontraría en el momento de dejar la presidencia del Gobierno de España con una mayoría de centro derecha aplastante en la Unión Europea y, en consecuencia, en condiciones en principio favorables para conseguir el objetivo de ser el próximo presidente del órgano que esté al frente de la dirección política de la Unión. No cabe duda de que es más que probable, sobre todo si el resultado de las elecciones alemanas es el que pronostican en este momento las encuestas, que dentro de dos años el terreno esté políticamente abonado para que una persona del centro derecha europeo con tendencia a escorarse a la derecha pueda ocupar la presidencia de la Unión.

El mayor obstáculo para que José María Aznar pueda alcanzar este objetivo va a estar en la forma en que desempeñe la presidencia del Gobierno de España en lo que queda de legislatura. Le Monde, en su editorial del día 21 dedicado a la huelga general del día anterior, ya comentaba que la huelga había venido a aguar la celebración de la cumbre de Sevilla y a arrojar algo de agua fría, no tanto como un jarro pero sí algo de agua fría, sobre las pretensiones europeas futuras del presidente del Gobierno español. La imagen en Europa de José María Aznar y de su Gobierno no es la misma después de la huelga general. Basta leer la información publicada en los periódicos ingleses, franceses, alemanes y en el Herald Tribune sobre el 20-J para comprobar cuál ha sido la valoración del contenido y alcance de la huelga en el ámbito europeo. La campaña de desinformación que han puesto en marcha sobre la huelga general los medios de comunicación gubernamentales, los públicos y los privados, que nos han retrotraído a los años anteriores a la muerte del general Franco, puede que le dé algún respiro al Gobierno en el interior durante algún tiempo, pero no va a engañar a nadie fuera de nuestras fronteras. Todo lo contrario. Puede venirle bien a Berlusconi, en la medida en que alivia su soledad en lo que a manipulación de medios de información se refiere, pero a nadie más. Hay unas reglas mínimas de decoro en el ejercicio del derecho a transmitir información en el ámbito europeo, que aquí han brillado por su ausencia. Y eso siempre se acaba pagando. Sobre todo por quienes nos hemos incorporado tardíamente al club de los países democráticos. Las reservas que existen en Europa respecto del talante autoritario de José María Aznar son mucho mayores que las que existían antes del 20-J. Ya veremos si en lo que queda de legislatura tales reservas van a más o el presidente del Gobierno consigue que se desvanezcan.

En lo que a la agenda no declarada se refiere, está claro que al presidente del Gobierno, como vulgarmente se dice, el tiro le ha salido por la culata. Era un secreto a voces que una de las finalidades de celebrar la cumbre de cierre de la presidencia española de la Unión Europea en Sevilla era la de potenciar la imagen del partido de cara a los próximos procesos electorales en Andalucía, en particular en las elecciones autonómicas. Una vez que finalice la cumbre, está claro que se abre la campaña electoral casi ininterrumpida de los próximos dos años. La cumbre debería hacer visible a los ciudadanos andaluces el interés del Gobierno de España por nuestra comunidad, neutralizando de esta manera las críticas de maltrato que las encuestas detectan. La capital de Andalucía era la ciudad elegida por el Gobierno del PP para cerrar la presidencia española de la Unión. ¿Qué mayor señal se podía transmitir de la importancia que el Gobierno del PP concede a nuestra comunidad autónoma? La cumbre de Sevilla era el primer acto electoral del PP en Andalucía.

Ese primer acto electoral es el que ha quedado deslucido con el decretazo y con la convocatoria de huelga electoral. Andalucía ha sido, sin lugar a dudas, la comunidad autónoma en la que la huelga ha tenido mayor seguimiento. Y en la que también ha habido una campaña de mayor intensidad en la preparación de la huelga, como la manifestación del domingo 9 de junio, entre otras, puso de manifiesto. En lugar de pasar a la ofensiva, el PP ha quedado tan desconcertado con la política diseñada por el Gobierno de la nación, que no ha sido capaz de ponerse siquiera a la defensiva, sino que ha roto filas y ha iniciado algo bastante próximo a la desbandada. La sensación de que el PP ha arrojado la toalla y va a concurrir pero no a competir en las próximas elecciones se ha generalizado dentro de sus propias filas.

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