Uno de cada dos es taladradora
La mutación que ha hecho aumentar el censo de población activa de Madrid, logrando que uno de cada dos habitantes con empleo de la ciudad sea una taladradora, no obedece a ninguna invasión de marcianos. Se ha producido por obra y gracia de un sujeto llamado José María Álvarez del Manzano.
Este sujeto, presa de un deseo irrefrenable de convertir cualquier andadura por la ciudad en una carrera de obstáculos, está haciendo gala de una enfebrecida imaginación que le hace producir día a día pesadillas a tutiplén.
Algunos estudiosos de personalidades perversas han querido ver en estos actos una inversión de la 'bondad natural' de Álvarez del Manzano, ya que en realidad lo suyo es hacer obras de caridad y lo que más desea en este mundo es ayudar a que la vida de los ancianos e infantes discurra como en una balsa de agua, sin apenas sobresaltos.
Otros han afirmado que en realidad Álvarez del Manzano es la reencarnación de Barba Roja que todavía está buscando el tesoro escondido. Estudios psicoanalíticos tiran más por la teoría de que Manzano, presa del 'síndrome garbancito', busca la vuelta a casa excavando vías por los sitios más insospechados.
Sea por lo que sea, a base de grandes pirindolos que obstaculizan la visibilidad, vallas y piedrolas que te hacen peligrar la vida al obligarte a andar por la carretera, zanjas que reviven una y otra vez como si se tratase de muertos vivientes, taladradoras que trabajan esclavizadas día y noche... Álvarez del Manzano está consiguiendo ahuyentar de la vía pública hasta a las cucarachas. ¿No será que, preso de un delirio de grandeza, lo que en realidad desea es echarnos a todos y ser alcalde de un solo madrileño: él mismo?
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