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El vergonzoso desenlace de una firma con 90 años de historia

Arthur Andersen, la auditora, nació en 1913 en Chicago creada por Arthur Andersen, un profesor de la Universidad de Northwestern que trabajaba también en Price Waterhouse. El profesor y luego su socio y continuador Leonard Spacek convirtieron a la pequeña firma en sinónimo de rigor contable en todo el orbe.

Nunca fue la más grande en números, pero siempre fue la primera en prestigio. Hasta que cambios en la cultura empresarial introducidos en la pasada década, con predominio del beneficio propio sobre los intereses de los accionistas de las firmas auditadas, la han llevado a un ignominioso final. Andersen empezó el año con unos 85.000 trabajadores en todo el mundo y hoy apenas cuenta con unos millares en Estados Unidos, encargados de apagar las luces en las distintas oficinas.

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'¡Qué vergüenza! Mi bisabuelo estaría indignadísimo con todo esto', declaraba ayer en el Chicago Tribune Arthur Andersen IV. 'A mí me parece que la codicia se antepuso a la ética', señalaba Bruce Spacek, hijo del Spacek que convirtió a la auditora en el modelo a seguir. Andersen perdió el norte en los años noventa, cuando se potenció el más jugoso trabajo de consultoría en detrimento del de auditoría y se promocionaba a quienes conseguían negocio para la firma en perjuicio del rigor en el control de los balances de los clientes.

Fuga de empleados

Los 85.000 empleados que Andersen tenía en todo el mundo empezaron a ponerse nerviosos después de que a finales del 2001 la propia firma reconociera su responsabilidad en las cuentas de fábula de Enron. El discreto tanteo de salidas se convirtió en diáspora cuando el Departamento de Justicia anunció en marzo el procesamiento por obstrucción a la justicia. La desbandada de clientes fue acompañada de un éxodo de los socios en 84 países, preludio del desgajamiento en Estados Unidos. El veredicto de culpabilidad llega después de que unos 700 importantes clientes norteamericanos hayan abandonado a la auditora, que aún conserva unos 10.000 de sus antiguos 28.000 empleados.

La firma de la que salió Arthur Andersen, el profesor, es hoy PricewaterhouseCoopers, líder mundial, ha absorbido unos 70 de los socios propietarios de Andersen, muchos de ellos con fuertes clientes. En Chicago es Deloitte & Touche la que más se ha beneficiado de la crisis, al contratar a más de 900 personas de su antiguo rival, con especial énfasis en la especialización fiscal.

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