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Maragall pide una victoria 'cómoda' para gobernar

El líder socialista afirma haber aprendido la lección en 1999 y reclama unidad a CpC

Pasqual Maragall no quiere un 68-67 en el Parlament. Ni quiere ser como el 'pobrecito' Jordi Pujol, arriba y abajo por los pasillos de la Cámara, pendiente de cada votación para no perderla. Maragall aspira a una victoria que le permita gobernar 'cómoda y tranquilamente', sin depender de nadie, tan sólo de Ciutadans pel Canvi, a quienes reclamó unidad y un suplementario esfuerzo para auparle a la presidencia de la Generalitat. Ayer, ante más de 2.000 simpatizantes socialistas, en el pabellón de la Mar Bella de Barcelona, Maragall prometió una 'victoria por goleada'.

Maragall eligió Barcelona para clausurar la minigira de nueve mítines por toda Cataluña. La ciudad que puso como ejemplo de lo que debe ser un gobierno emprendedor, con empuje y talante. Y anunció que cuando presida la Generalitat hará de Cataluña lo que hizo de Barcelona en 1992, cuando se celebraron los Juegos Olímpicos. Reclamó, además, una victoria de Joan Clos en el Ayuntamiento como 'condición y preludio' de lo que 'vendrá después', en las elecciones autonómicas.

El ajustado triunfo logrado minutos antes por la selección española de fútbol frente a Irlanda le sirvió al líder socialista para reclamar a la militancia una victoria 'cómoda y tranquila' en las próximas elecciones autonómicas, con objeto de no verse como el 'pobrecito' Jordi Pujol, 'que tiene que quedarse en el escaño para no perder una votación'. La victoria, dijo, está al alcance de la mano una vez aprendida la lección de 1999 -cuando el PSC se vio superado en escaños por Convergència i Unió, pero no en votos- y revalidado el pacto con Ciutadans pel Canvi (CpC), que supone un punto de 'osadía y ambición'.

La receta del éxito no es otra que la unidad: la interna y con sus socios de Ciutadans pel Canvi. 'La ola del cambio no la podemos hacer sólo con el partido. Estamos mejor que hace cuatro años; pero si no nos unimos, no tendremos la victoria que queremos y necesitamos', manifestó Maragall, alertando ante posibles divisiones o divergencias en sus filas.

El líder socialista añadió que son los 'progresistas' y la 'izquierda' quienes han de satisfacer la ilusión de 'cambio' de los catalanes que ha percibido durante su gira. 'Cataluña está expectante y vibrando esperando lo que vendrá. Pero temerosa y con miedo de que este ir tirando [del Gobierno de Jordi Pujol] pueda continuar, aunque sea cambiándole la cara. Esta esperanza e inquietud que he visto hay que convertirla en seguridad', subrayó. Si no fuera así, precisó, la victoria socialista sería como 'el sueño de una noche de verano'.

Ante diversos alcaldes del área metropolitana de Barcelona, Maragall volvió a prometer que, en caso de llegar a la presidencia de la Generalitat, gobernará con los ayuntamientos y acabará con la confrontación Barcelona-Cataluña que, dijo 'tanto han usado nuestros adversarios [CiU] y ha hecho tanto daño a este país'. 'La potencia de la Generalitat con los ayuntamientos será un enorme valor añadido', concluyó.

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Pendientes de España

¿Qué colores defiende la militancia socialista? A la de Barcelona, al menos, le chiflan el rojo y gualda de la selección española. Las 2.000 personas reunidas ayer en el pabellón deportivo de la Mar Bella estuvieron más pendientes de las vicisitudes futbolísticas de los hombres de Camacho, que se podían seguir en una pantalla de televisión panorámica, que del inicio del mitin de Maragall. Y por supuesto, más que de la frugal, fría y tardía comida servida durante las más de dos horas de partido.

Ayer, Mendieta y Maragall -por este orden- fueron los héroes de las bases socialistas. A Mendieta le aplaudieron, le vitorearon, brindaron en su honor y saltaron de sus sillas cuando logró para España el gol de la victoria en una reñida y frenética tanda de penaltis. Hasta Pasqual Maragall y Joan Clos no pudieron reprimir un gesto de alegría ante la proeza del jugador español. Muchos soñaron entonces con verle jugar en Barcelona.

Montilla, Clos y Maragall se aferraron metafóricamente al fútbol. La batalla electoral, afirmaron, será igual de reñida que el partido con Irlanda. Pero no la victoria: ni en el último minuto, ni en la tanda de penaltis, ni mucho menos por un gol de diferencia. El PSC, dijeron, ganará por goleada.

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