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Reportaje:

Rusia lo tiene crudo

La burocracia y el petróleo frenan el aliciente para impulsar las reformas económicas del presidente Putin

Pilar Bonet

En la última reunión de los directivos de la Asociación Rusa de Industriales y Empresarios (ARIE) con Vladímir Putin en el Kremlin, Kaja Bendukidze entregó al presidente una pila de 17 kilos de papel. El propietario de la legendaria fábrica de construcción de maquinaria Uralmash quería así llamar la atención de Putin sobre el peso de la burocracia que asfixia a la pequeña y mediana empresa. No se trataba de un gesto extravagante. Las pymes son una de las principales reservas para el crecimiento ruso y los males que las afligen son un paradigma de los que frenan la reforma para fijar el modelo de desarrollo del país.

La economía rusa creció un 8,3% en 2000, redujo su ritmo al 5,4% en 2001 y, a nivel oficial, no se espera superar el 4% este año

'Sin desarrollo de la pequeña y mediana empresa, la economía rusa no tiene futuro', ha dicho Bendukidze, que tutela el malii biznez (literalmente, 'pequeños negocios') en la patronal. El pequeño empresariado (hasta 15 trabajadores de plantilla por empresa y 880.000 empresas registradas en 2001) aporta entre el 10% y el 12% del PIB y emplea a 8,5 millones de personas, según diversas estimaciones. Agobiadas por la falta de recursos financieros, la corrupción de las innumerables instancias con las que debe lidiar, las barreras administrativas y un régimen fiscal complicado y gravoso, las pymes se han estancado en los últimos años y en gran parte subsisten en el ámbito de la economía sumergida.

Este mes, el Gobierno ha presentado por fin al Parlamento dos proyectos de ley para crear un régimen fiscal más sencillo y benigno. En primera lectura, la semana pasada, se barajaba una reducción de los tipos actuales (tipo máximo del 30% del beneficio o del 15% de los ingresos brutos) al tipo máximo del 15% del beneficio o del 6% de los ingresos brutos. A esto había que añadir una simplificación del esquema tributario, que hoy suma varios puntos más a la carga fiscal de los pequeños empresarios. Las leyes, cuando se aprueben, se incorporarán a la segunda parte del código fiscal de Rusia, un documento que la Duma va aprobando a retazos, sin que nadie parezca tener una visión global del conjunto. Sea cual sea la variante final, la reforma del régimen fiscal de las pymes no entraña ningún riesgo, señala Alexandr Zhúkov, jefe del comité presupuestario del Parlamento, según el cual, menos de un 1% del volumen de negocios de 40.000 millones de dólares anuales de las pymes va a parar hoy a las arcas del Estado.

La reducción del impuesto sobre la renta de las personas físicas a un tipo único del 13% demuestra que las reformas simplificadoras dan resultado inmediato en Rusia. La recaudación en concepto de IRPF se incrementó en un 50% en 2001. Y la tendencia se mantiene este año, según Zhúkov.

Mientras la Duma aprueba leyes de reforma a modo de parches frecuentemente inconexos entre sí, los responsables de la economía discuten acaloradamente sobre el crecimiento económico desde que el pasado abril Putin reclamó al Gobierno un crecimiento más ambicioso que el previsto (del 3,6% para el 2002 y del 3,4% al 4,4% para el 2003). El primer ministro, Mijaíl Kasiánov, constató ante la Duma que no podía satisfacer los deseos presidenciales. El consejero presidencial Andréi Ilariónov, en cambio, intenta demostrar que es posible un mayor crecimiento. Ilariónov alega que los gastos del Estado en su conjunto constituyen una proporción demasiado elevada del PIB (más del 40%) y que las tarifas de los monopolios crecen a un ritmo muy superior al índice de los precios al consumo.

El desmoronamiento de la Unión Soviética provocó una inevitable crisis de tres o cuatro años en la mayoría de repúblicas postsoviéticas. En Rusia, sin embargo, la crisis está siendo más larga debido una política equivocada, que ha deteriorado la posición económica del país en el mundo, sostiene Ilariónov. China aventaja a Rusia desde hace 20 años por el volumen absoluto de su economía y ahora también por el PIB por habitante, afirma. En el periodo 1990-1998, el PIB de Rusia experimentó una de las peores reducciones de su historia (un 45% en nueve años). La contracción de la década de los noventa sólo es comparable con el descenso del 57,3% del PIB, que la Rusia soviética experimentó en los seis años siguientes a la Revolución bolchevique en 1917. Entre 25 países con economía de transición, Rusia es el penúltimo por la profundidad y duración del descenso de su PIB. Por si fuera poco, en el primer trimestre de este año, la Federación Rusa ocupó el décimo lugar por su crecimiento (un 3,3% respecto al mismo periodo del año anterior) entre los doce países ex soviéticos, miembros de la Comunidad de Estados Independientes (CEI).

Un 'regalo' desperdiciado

Aunque Rusia comienza a recuperarse del bache en aspectos como el consumo privado, los responsables de la política económica no han sabido aprovechar el regalo recibido del mundo exterior durante los últimos tres años (de 25.000 millones a 30.000 millones de dólares suplementarios) gracias a la subida (en dólares) de los precios de la energía (su principal exportación) y la devaluación del euro (la moneda de su principal socio comercial y principal abastecedor). Ambos factores combinados supusieron, según Ilariónov, un suplemento financiero inesperado equivalente a un 7% del PIB ruso en el 2001.

Si la economía rusa no se liberaliza, el crecimiento será cada vez más lento e incluso se puede llegar a un estancamiento, pronostica el asesor presidencial, ferviente partidario de debilitar el cambio real del rublo respecto al dólar, ya que, según él, el fortalecimiento de la moneda rusa refleja el incremento del componente 'materias primas' en el PIB, en detrimento de otros sectores que definen una economía más sofisticada. En el telón de fondo de la polémica está el programa electoral de Putin. El presidente había escrito en 1999 que Rusia necesita un crecimiento no inferior al 8% anual durante 15 años para alcanzar a Portugal y España.

La economía rusa creció un 8,3% en 2000, redujo su ritmo al 5,4% en 2001 y no crecerá más del 4% este año, según el ministro de Desarrollo Económico, German Gref. Para un mayor crecimiento se necesitan reformas de una envergadura y una consistencia que los dirigentes rusos no asumen ni siquiera ahora que todos los vientos soplan a favor: el precio del crudo que, con 22,5 dólares por barril, está hoy por encima de los cálculos óptimos del presupuesto (21,5 dólares por barril), las reservas en el Banco Central han llegado al récord histórico de 42.300 millones de dólares en divisas-oro, con un incremento del 15,6% desde enero, y la deuda exterior ha dejado de ser un problema desde que Rusia comenzó a adelantar pagos el año pasado. Moscú deberá un total de 113.000 millones de dólares a principios del año próximo (45% del PIB), y tendrá que pagar 17.200 millones de dólares en vencimientos en 2003.

Vladímir Putin no ha logrado aligerar la pesada burocracia que ahoga la economía rusa.
Vladímir Putin no ha logrado aligerar la pesada burocracia que ahoga la economía rusa.REUTERS

Esperanzas demasiado lejanas

De enero a mayo, la cesta de la compra aumentó su coste en un 11,7% en Rusia. Esta subida provoca dudas sobre el pronóstico oficial de inflación para este año (entre el 12% y el 14%) y hace pensar más bien que en el mejor de los casos se repetirá la tasa del año pasado (18,6%). El jefe del comité presupuestario de la Duma, Alexandr Zhúkov, augura que no habrá un crecimiento significativo de la inversión en Rusia mientras la inflación no esté por debajo del 10%. En Moscú, donde la cesta de la compra ha subido en un 12,8% en cinco meses, se necesita un mínimo de 1.286 rublos al mes para comer. Esta cantidad, algo más de 40 dólares, viene a ser más de la mitad de los sueldos de un maestro o de un médico. El miedo a las consecuencias sociales hace que el Gobierno demore sus grandes planes para una reforma del sistema de servicios municipales, aunque los precios de estos servicios (luz, agua, recogida de basura y calefacción) aumentan (un 2,4% de media en mayo respecto al mes anterior), sin que los ciudadanos se beneficien de una mejora de la calidad o de la posibilidad de elegir a sus proveedores. La reforma de las pensiones, a su vez, se ha estancado a la hora de definir las instituciones que participarán en el componente privado de la nueva estructura. De forma precipitada, como viene siendo ya habitual cada año, el Gobierno ha sobrecargado a la Duma con proyectos de ley que deben ser aprobados antes del verano. En el Parlamento se amontonan nuevas piezas de la reforma fiscal, tales como la ley de compra-venta de la tierra agrícola, que fue aprobada ya en primera lectura. Los especialistas pronostican que la segunda lectura pondrá condiciones más duras para la compra de tierra por los extranjeros, posiblemente un régimen de arriendo obligatorio de prueba previo, y vaticinan que, a la hora de ponerse en práctica, la ley topará con el carácter fragmentario del catastro. Es previsible que la Duma comience pronto a hincarle el diente a los monopolios con un paquete legislativo dedicado a la empresa nacional de electricidad y el Ministerio de Ferrocarriles.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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