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'Se abstienen los obreros y los jóvenes'

Jean-Luc Parodi, director de investigación en la Fundación Nacional de Ciencias Políticas, es uno de los politólogos más conocidos. Explica las razones que han conducido a Francia a actuar de un modo distinto en las elecciones legislativas, en relación con el comportamiento observado durante las presidenciales, y considera que la representación política de las clases populares es una verdadera incógnita.

Pregunta. El Frente Nacional sigue siendo el tercer partido político de Francia y tendría muchos diputados en un sistema proporcional como el español. Sin embargo, en estas elecciones francesas va a obtener muy pocos escaños, tal vez ninguno. ¿Hasta qué punto esto es soportable?

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Respuesta. Eso se debe a que está solo. Nuestro sistema de escrutinio mayoritario lamina a las fuerzas políticas que no logran hacer coalición. No se trata sólo del Frente Nacional. El Partido Comunista sólo tenía en 1958 una decena de diputados, pese a disponer del 19% de los votos, porque estaba solo. Cada sistema tiene ventajas e inconvenientes, pero la virtualidad del nuestro es que obliga a que las coaliciones sean visibles antes de las elecciones.

P. La izquierda sale muy tocada de este proceso. ¿Cómo podrá reorganizarse?

R. El problema esencial es quién va a representar políticamente a las clases sociales más desfavorecidas y, en definitiva, cómo representar a la clase obrera. La base obrera clásica de la izquierda está compuesta esencialmente por personas mayores, que se van muriendo, y por eso se va haciendo cada vez más pequeña. Desconozco la respuesta que el Partido Socialista dará a la reorganización de ese espacio político, pero permítame decirle que algún día nos interrogaremos sobre la función sociológica cumplida por el Partido Comunista en la sociedad francesa.

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P. ¿Quiénes son los abstencionistas?

R. Principalmente los obreros y los parados, y en parte la gente más joven. Para dar sentido al voto hay que tener un enemigo, pero entre la izquierda y la derecha actuales no existe ese sentimiento que se apreciaba en los años ochenta entre François Mitterrand y los partidos de la derecha, cuando vivíamos una fuerte movilización de un campo político en contra del otro. El miedo al Frente Nacional ha sido el principal vector de la última movilización, que ha desaparecido una vez que pasó el peligro.

P. ¿Cómo se explica el éxito de Chirac, que hace unos meses gozaba de malos sondeos y que en la primera vuelta de las presidenciales no alcanzó el 20% de los votos?

R. Yo creo que el acierto principal ha sido nombrar un primer ministro, Jean-Pierre Raffarin, que no es un enarca [alto funcionario procedente de la ENA, Escuela Nacional de Administración], ni un político del mundo parisiense, ni un miembro de Unión por la República [el antiguo partido chiraquista]. El jefe del Gobierno aparece como un moderado, que no ataca a la izquierda, sino que descubre a los electores el argumento de que el enemigo es la cohabitación. La derecha encarnada por Raffarin no da miedo a la mayoría de los electores: habría sido otra cosa si Chirac hubiera nombrado primer ministro a Nicolas Sarkozy [responsable de Interior] o Alain Juppé.

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