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Reportaje:

Duelo de aves sobre el Madrid verde

Cotorras de pecho gris y palomas torcaces, ambas bravías, arrebatan el espacio de las palomas domésticas en parques y jardines

El cielo del Madrid verde es escenario de una pugna dura y bronca, aunque silenciosa. Las palomas de siempre, de la especie columbus livia, domesticadas, comienzan a retroceder sobre los anchos espacios verdes de la ciudad. En muchos de los jardines y áreas vegetales como la Casa de Campo, son ya minoría. Quienes les arrebatan su territorio son dos especies de aves sin domesticar. En primer lugar, la paloma torcaz, de color marrón grisáceo, de entre 42 y 44 centímetros de longitud y casi un metro de envergadura con las alas desplegadas. Voraces, un punto agresivas y poco sociables, se alimentan de vegetales y, en raras ocasiones, de invertebrados muertos. Son arrogantes y ruidosas. Sus repentinos despegues asustan a veces a niños y mayores.

Llegadas de América como mascotas, sus compradores las liberaron por sus gritos y hoy son un problema

Las otras adversarias, más preocupantes, de las palomas domésticas son cotorras de color verde y pecho gris barrado, también denominadas argentinas. Con unos 30 centímetros de porte, de los que casi la mitad corresponden a su emplumada cola, llegaron a España desde América del Sur en torno a 1975. 'Un loro de verdad puede llegar a costar más de 2.000 euros', dice el naturalista Raúl Alonso, 'y la cotorra argentina se vendía a partir de 400'. Ello catapultó su proliferación como mascotas caseras. Pero, tras confirmar sus compradores la insoportable cháchara de estas aves, muchos de ellos las liberaron de sus jaulas. Así, durante años, creció silenciosamente una población de cotorras en Canillejas, cerca de la carretera al aeropuerto de Barajas y también se instalaron en la Casa de Campo, junto al Reservado de Felipe II, hoy vivero municipal. Allí han asentado una trama de nidos múltiples de gran tamaño. Los loritos, que en Argentina fueron considerados como una plaga por su reproducción no controlada, en España han causado ya problemas en zonas agrícolas de los deltas del Llobregat y del Ebro, así como en Valencia y Málaga. Algunos agricultores se quejaron de que destrozaban sembrados donde crecían alcachofas y otros cultivos, frutales y rebrotes de árboles.

'Aquellas sueltas privadas que hace veinte años carecían de importancia, crearon un problema público que hoy es ya difícilmente atajable', dice Alfredo Bengoa, veterinario experto en animales exóticos de compañía de la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense. 'Pese a que personas como yo alertaron sobre lo que podía suceder, no se hizo caso de las advertencias y se pensó en lo curioso de la presencia en Madrid de loritos divertidos'. Hoy, él no ve otra solución que el control estricto de estas aves.

Raúl Alonso, naturalista del Centro de Rapaces Nocturnas de la Casa de Campo, dice por su parte: 'Aunque no hemos observado interacciones con otras aves, sigo preocupado por su evolución y sus efectos, ahora desconocidos, sobre nuestro ecosistema'. Y añade: 'El crecimiento de las cotorras de pecho gris ha sido vertiginoso. Ya las hay no sólo en la Casa de Campo y en el Campo del Moro, sino también en Somosaguas, Pozuelo, Aravaca, Las Rozas, incluso en Hortaleza, Entrevías, Arganda y Rivas-Vaciamadrid'.

Eduardo de Juana, presidente del Servicio Español de Ornitología y catedrático en Zoología en la Facultad de Biología de la Complutense, dice: 'Constatamos un crecimiento exponencial de esa especie, pero no vemos que haya interacción con otras aves'. De Juana cita un estudio suyo conjunto con su alumna Rosa María de Ayala, realizado entre marzo y agosto de 2001. En él se detallan las características de las futuras 'reinas de las zonas verdes madrileñas'. 'Las cotorras se han desarrollado mucho por la asombrosa capacidad de adaptación que poseen, así como por la progresiva extensión de las zonas verdes', dice el catedrático. 'No constituyen un problema preocupante', matiza, 'pero no descarto la necesidad de nuevos estudios'. El veterinario Alfredo Bengoa, apunta por su parte: 'Poco a poco esas aves se van haciendo con el control del territorio de las áreas verdes y, de forma tenaz, expulsan a otras especies. Son imparables'.

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Crecimiento exponencial

La cotorra de pecho gris crece exponencialmente en Madrid, admiten los expertos consultados. Pertenece a la especie llamada Myiopsitta Monachus, loritos de la familia de los psitácidos. Se trata de un ave de plumaje verdoso y pecho gris, con unos 130 gramos de peso. Es un animal sociable y gregario -de ahí la definición de monachus, monje-. Emite un grito molesto en exceso. A diferencia de otros loros que viven en huecos de árboles, construye sus nidos cortando ramas con su poderoso pico sobre cedros, su árbol preferido, si bien en América y en el Mediterráneo anida sobre palmeras o sobre estructuras ajenas, de urracas. En Madrid, su nido más espectacular cuelga de un elevado alcornoque en la Casa de Campo, que puede llegar a pesar hasta 200 kilos. Se alimenta de granos de maíz, trigo y girasol. 'Las cotorras aquí establecidas ingieren ya incluso semillas de arizónica', explica el naturalista Raúl Alonso. Citadas en Madrid por vez primera en 1985, hubo una colonia en Canillejas cuatro años después. La primera pareja de cotorras de pecho gris en el este de la Casa de Campo, su paraje favorito, fue avistada en 1992. En 1993 ya se contaban hasta nueve nidos. Entre 1997 y el año siguiente, 37 nidos cuyo emplazamiento ponía en peligro a viandantes fueron destruidos por la Concejalía de Medio Ambiente, que sigue con atención su expansión. 'Hoy', explica Eduardo de Juana, presidente de la Sociedad Española de Ornitología, 'estimamos su presencia en 122 árboles con 197 estructuras o nidos con 438 cámaras'. Tal cifra corresponde a unas 876 parejas adultas de aves reproductoras. El zoólogo admite que en Argentina este tipo de aves ha causado tantos problemas que se ha decidido diezmarlas. 'Incluso el Gobierno paga recompensa por cada ejemplar cazado', señala Raúl Alonso. El alcance ecológico de la suplantación o agregación de especies autóctonas, como la paloma doméstica, con otras alóctonas, como las cotorras argentinas, se desconoce; pero se presume su impacto ambiental sobre otros animales, como los insectos, y en la transmisión de enfermedades.

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