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GUIÑOS
Columna
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Concursos y hallazgos

Desde la aparición de la fotografía los aficionados han creado sociedades o agrupaciones para seguir las mejoras y novedades científicas o artísticas que afectan a este sistema de toma de imágenes. En 1851, año de la muerte de Daguerre, se fundó la Société Héliographique, a la que sucedió la Société Française de la Photographie. En 1853 Londres vio nacer la Photographic Society, convertida cuarenta años más tarde en la Royal Photographic Society y que todavía sigue activa. Este fenómeno se manifestó de manera tardía en España y especialmente en Euskadi, donde la referencia más antigua que está bien documentada es de 1948 y se trata de la Sociedad Fotográfica de Gipuzkoa.

Desde estos grupos de aficionados, además de alentar las actividades fotográficas y publicar boletines o revistas especializadas, se han venido organizando regularmente exposiciones y concursos. Precisamente estos días nos llegan noticias de dos de ellos. Uno es el Certamen Argizaiola, promovido por la Federación de Agrupaciones Fotográficas del País Vasco y, otro, el XXIII Concurso fotográfico de San Prudencio.

Una selección de fotografías de Argizaiola 2002 se ha estado exponiendo en las generosas paredes de la Taberna de los Mundos. Intentando que la muestra perdure en el tiempo, se ha recogido en un CD multimedia patrocinado por la BBK en el que también puede encontrarse la historia del certamen, amén de un número importante de fotografías que nos sitúan en lo que ha sido la evolución de la concursística fotográfica en el País Vasco desde 1981. Un tema de máximo interés expositivo que exige muy serias reflexiones.

El ganador del certamen ha resultado ser Adolfo Vazquez. Lo ha conseguido con una obra de similares características a las que presentó el año anterior en el Trofeo Marqu´ws de Rocaverde, celebrado en San Sebastián. Se trata de una composición en tonos sepia donde se ve, en primera instancia, por la espalda, a una mujer protegiéndose de una lluvia imaginaria con un paraguas. Acompañada de un perro que mantiene sujeto por una correa, se dirige de hacia un fondo de formas abstractas que emulan un bosque (quizás los pliegues de una cortina) obtenido por tratamiento informático. Es una imagen atractiva, aunque pesa más en ella la frialdad de los principios técnicos utilizados en su realización que la expresión de belleza o de pensamiento, aunque este ultimo término puede resultar un claro eufemismo lleno de ironía.

Otros matices adquiere el concurso San Prudencio, cuyas obras premiadas, además de una selección de las que no consiguieron nominación, se pueden ver durante todo este mes de junio en la selecta sala del Archivo del Territorio Histórico de Álava. El premio de honor, cuya segunda parte es una exposición individual con catálogo incluido para dentro de un año en la capital alavesa, ha sido para el trabajo presentado por el gaditano Juan Jesús Huelva. Se trata de una serie de cuatro fotografías en blanco y negro recreadas sobre una mujer embarazada en cuatro escenarios diferentes, cuyos componentes articulan sentimientos diferenciados sobre una misma persona.

Más lejos de lo que la imagen enseña, su autor abre una reflexión repleta de sugerencias sobre los significados del contexto. Cuando sitúa a la embarazada sobre una duna parece transformarla en una diosa de la renovación de la especie; cuando las hojas secas se convierten en lecho, su cuerpo muestra un sosiego lleno de ternura; en el mar, el agua y las olas realzan sus formas con aromas sensuales; envuelta en fina tela de plástico transparente, rememora la fina bolsa que envuelve dentro de ella al fruto del amor. Sensuales y fecundas, repletas de feminidad, estas fotografías convencen por su fuerza simbólica. En ellas manda la audacia de buscar algo diferente a lo que nos tiene acostumbrados la rutina de los concursos, donde unos autores emulan a otros con evidente descaro. Mérito para el jurado que, en la ocasión, ha sabido resolver las dudas planteadas entre todos los participantes.

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