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La cabalgata de Cañamero

El secretario general del SOC lideró con sus consignas al grupo más animoso y reivindicativo de la manifestación

Primero llegaron a los jardines de Murillo, alrededor de las 13.00, las camionetas con las megafonías de UGT y CC OO. Tras ellas, los de los petardos y las atronadoras bocinas. Unos metros más allá, la cabecera de la manifestación, con Méndez y Fidalgo; y una segunda pancarta con los representantes de los partidos políticos. El grueso de los manifestantes, ataviados con banderas, gorras y camisetas de las dos principales centrales sindicales, marchaba a ritmo de paseo por la calle Menéndez Pelayo, tranquilos y pausados, coreando las escasas consignas que alguno proponía.

Al fondo, aún casi en el punto de arranque de la protesta, en una plataforma de madera convertida en púlpito sobre una enorme furgoneta, dueño de la voz que tronaba desde la potente megafonía, al frente de los suyos marchaba Diego Cañamero, el secretario general del Sindicato de Obreros del Campo (SOC). Vestido con una camiseta azul con el lema 'Aznar, no te aguantamos más' y tocado con un sombrero de paja, del sindicato UGT, el veterano líder jornalero arengaba y lideraba a su gente, que participaba en la manifestación con un talante mucho más animoso y reivindicativo que el resto.

'Reforma agraria', gritaba el líder jornalero. 'Ahora', contestaban los suyos a una.
'Ellos se esconden tras las verjas. Nosotros, no. El pueblo no se esconde'
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Juntos con los otros sindicatos en la misma convocatoria, sí, pero no revueltos. 'Reforma agraria', gritaba Cañamero. 'Ahora', contestaban los de su parte de la manifestación. 'Contra el paro, lucha obrera', seguía la letanía. Allá arriba, sobre la furgoneta, Cañamero protagonizaba una escena que parecía sacada de una colorista y atrevida combinación entre una tradicional cabalgata de Reyes Magos y el Love Parade de Berlín, el famoso pasacalles de música tecno que se celebra cada verano en la capital alemana.

A su paso por el edificio de la Fabrica de Tabacos, sede de la Universidad de Sevilla, cerrado ya por la imponente valla de seguridad instalada para la cumbre europea, la cabalgata del SOC jaleaba el discurso de su dirigente. 'Han vallado Sevilla, la ciudad más bonita de España. Ellos se esconden tras las verjas. Nosotros no. El pueblo no se esconde. Aquí está el pueblo', clamaba.

Cuando el vehículo de los dirigentes del SOC se perdía, alrededor de las 14.00, entre la arboleda que da entrada a la Plaza de España, punto de cierre de la protesta, Cañamero arrancó a los suyos a cantar a los acordes del himno de Andalucía. 'El pan de nuestros hijos, no lo quitarán', terminaron coreando todos, en referencia a la eliminación del subsidio agrario.

Todo empezó mucho antes, alrededor de las 10.30, hora en que los sindicatos habían convocado a sus seguidores en los alrededores de la estación de tren de Santa Justa para arrancar la marcha a las 12.00. Los miles de andaluces que bajaban de los autobuses en los alrededores buscaban hueco en los bares de la zona para reponer fuerzas tras el viaje con un buen café o, ya desde temprano, con cerveza y bocadillos. A media hora del inicio de la manifestación, no quedaba ya pan en varias de las cafeterías de la zona.

En la cabecera de la manifestación marchaban varios malabaristas y un hombre zancudo, contratados por los convocantes para dar colorido y animar a los asistentes. Con ese mismo cometido arrancó la marcha La Banda de Brian, una divertida charanga musical. Pero al poco de empezar a trabajar, pasadas las 12.30, abandonaban cabizbajos el recorrido oficial de la manifestación, con sus instrumentos en silencio. 'Nos vamos. No sé para qué nos contratan, si nos ponen al lado de los que van tirando petardos y no se nos oye ni nada. Es absurdo', lamentaba uno de los músicos, justo frente a la sede local del PSOE, en Luis Montoto.

Aunque sin hilo musical, la protesta se desarrolló en un clima tranquilo y familiar. Mucho señor mayor y mucho niño, muy propio de un domingo. Un padre avanzaba junto a su hijo adolescente. 'Éste es tu primer gran lío, ¿verdad?', reflexionaba orgulloso en voz alta.

La vertiente gastronómica de la manifestación, que se inició con los desayunos en las cercanías de la estación de Santa Justa, se prolongó a lo largo de todo el recorrido. Las botellas de litro de cerveza con las que los manifestantes combatían el calor hicieron de oro a los dos o tres quioscos que las vendían en los Jardines de Murillo. 'Dónde están, no se ven, los votantes del PP', gritaban.

Pasadas las 14.00, cuando los secretarios generales de CC OO y UGT, José María Fidalgo y Cándido Méndez, apenas habían iniciado sus intervenciones en la plaza de España, los asistentes a la protesta ya se repartían por entre los árboles del parque de María Luisa en busca de sus sombras y de un respiro. Allí, cómodamente sentados en las grandes raíces, llegó la hora de abrir neveras y fiambreras para almorzar. Luego, en la búsqueda del autobús que debía devolverles a sus lugares de origen, los manifestantes pedían ayuda a los sevillanos para localizar 'el recinto ferial'. 'Sí hombre, al otro lado del puente, donde la Feria'.

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