Rúbricas con puntilla

Uno de los elementos más importantes de los billetes de banco son las firmas de las autoridades monetarias. De los cinco facsímiles que de lunes a viernes EL PAÍS entregará gratis la próxima semana con cada periódico, las 50 pesetas de Calderón de la Barca ofrecen una curiosidad: las rúbricas de las firmas parece que llevan puntilla. La del Gobernador (Elduayen) es más sencilla, pero tanto la del interventor (Rubio) como la del cajero (parcialmente ilegible, podría ser Casamayor) son tan barrocas como eran las obras teatrales de don Pedro Calderón de la Barca (autor de La vida es sueño y El alcalde de Zalamea) y cuya efigie ilustra el anverso de las 50 pesetas. Esta complicación formaba parte en el siglo XIX de las medidas necesarias para hacerles difícil la tarea delictiva a los falsificadores. Con este mismo fin, este billete se confeccionó en los talleres del Banco de España con diferentes sistemas de grabado: calcografía, tipografía y litografía. De la marca del agua, el papel adoptó una tarlatana incrustada. Todas estas medidas dieron sus frutos. Se hicieron 500.000 ejemplares que circularon entre 1882 y 1884. Por su rareza y las citadas particularidades, este billete de tono rosado vale actualmente un millón de pesetas.

Justamente a la mitad de esa cantidad se cotizan ahora los cinco pesos de 1868 emitidos por el Banco de Barcelona, que fue la segunda institución bancaria privada más antigua, tras el de Isabel II de Madrid. En el anverso se ve a dos matronas, una que representa a España, con la corona, el escudo y el cetro reales, y la otra al condado de Barcelona, también con sus respectivos atributos. En las firmas, a las tres autoridades de siempre se incorporó la del comisario regio, figura creada para vigilar las operaciones. En el facsímil que se entrega no aparecen las firmas porque en el siglo XIX se acostumbraba a que se rubrica cada billete o bien con una estampilla o bien en directo uno a uno. Con lo cual los que se han conservado en los bancos no estaban firmados todavía.

En Barcelona se presentaron en 1973 las 500 pesetas de Jacinto Verdaguer, el sacerdote y poeta, autor del poema épico en catalán La Atlántida, de cuya muerte se cumple este año el centenario. El billete estuvo en uso entre el año de la presentación y 1987. Destaca por la calidad de su azul. En el reverso aparece una vista del monte Canigó, nevado. Su valor actual es pequeño, 1.000 pesetas y se fabricaron casi 200 millones.

En Barcelona se fabricó asímismo el billlete de 1 peseta de 1940 en la empresa Rieusset, S.A. El colorido y la impresión ofrecen una gran calidad. Los 95 millones de unidades estuvieron en vigor durante 30 años y el valor para el coleccionista es bajo (2.000 pesetas).

Las 500 pesetas del 21 de noviembre de 1936 se hicieron durante la guerra en Burgos y están ilustradas con la catedral de Salamanca. Las autoridades franquistas no tenían billetes de reserva, porque éstas se encontraban en Madrid. Por esta razón siguieron en vigor durante un tiempo los billetes republicanos. Su valor actual oscila entre las 100.000 y las 200.000 pesetas.