Nochevieja en junio

El huracán del grito de gol tras el remate de cabeza de Batistuta sopló con furia y descargó el resto de la llovizna incesante que caía desde la mañana del sábado, apagó las velas encendidas, asustó a los bebés y a los gatos dormidos, hizo caer copas, temblar las luces, abrazó a todo un país y le puso de pie. ¿Cuánto hacía que en Argentina no se aguardaba el amanecer de un domingo otoñal y gris con la gente en casa o perdiendo el tiempo por ahí, tan tranquila y feliz?

En el gran Buenos Aires parecía nochevieja. Retumbaron cohetes, tal vez disparos de armas de fuego, sonaban bocinas, los vecinos salían a las calles para saludarse como si volvieran a reconocerse entre sí, agitaban banderas y organizaban manifestaciones espontáneas para marchar hacia el centro de la ciudad y dar la tradicional vuelta olímpica alrededor del obelisco. Cientos de jóvenes vestidos con sus camisetas argentinas colmaron los cines que ofrecían el partido en pantalla gigante con entradas de tres a cinco dólares, las discotecas y los bares temáticos para ver el partido. En los boliches de moda del barrio de Las Cañitas, bajo Belgrano, cercano al campo del River, se ofrecía el trago Loco Bielsa, whisky, ananá, limón y blue curaçao.

Los titulares de los periódicos resultaron moderados en comparación con la euforia de los aficionados. Clarín adelantaba el clásico del próximo viernes: 'Triunfo clave para esperar a Inglaterra'. Horacio Pagani, el comentarista más respetado por edad y experiencia, destacaba el rendimiento individual de Sorín y Samuel, y 'el compromiso con el juego' de todo el equipo en la segunda parte, cuando ingresó Kily. Para La Nación se venció 'con autoridad'. El deportivo Olé vinculó a Batistuta con el recuerdo de Maradona: '¿De qué planeta viniste?', se leía en la portada debajo de una foto del festejo del gol.