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OBSERVATORIO ECONÓMICO
Columna
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No subestimen la locomotora estadounidense

El aumento de la incertidumbre política ha tendido a desplazar a la economía del centro de atención. Esto hace plausible la suposición de que los asuntos económicos no se están portando tan temiblemente mal como parecía al principio del nuevo siglo. Antes de que el siglo XXI cumpliera cuatro meses, la burbuja de la nueva economía en Wall Street empezó a reventar. Fue una burbuja que batió marcas en Estados Unidos. Entre 1995 y 2000 se ganaron cientos de miles de millones de dólares de la noche a la mañana. Desde marzo de 2000, casi la mitad de esas plusvalías de alta tecnología se han evaporado.

La historia económica nos ha enseñado unas cuantas lecciones a largo plazo. En octubre de 1929 el mundo experimentó una espectacular caída de la Bolsa. Después de 1929, todo el mundo capitalista se hundió en una Gran Depresión que provocó el paro masivo de personas y máquinas. En Estados Unidos 10.000 bancos quebraron, se dejaron de pagar las hipotecas de millones de casas y el número de empresas en bancarrota se elevó por los aires. Las clases medias sufrieron al igual que los pobres y los superricos; pero, aun así, el potencial productivo de la economía de Main Street seguía en pleno repunte.

Los no economistas que recuerdan aquellos tiempos podrían predecir inocentemente que la economía global de 2001-2005 sufrirá un infierno parecido. Eso sería un craso error. El mundo ha cambiado y del capitalismo prácticamente puro se ha pasado a una economía mixta post New Deal. En la actualidad, la economía es una ciencia menos inexacta que en los tiempos en que yo empecé mis estudios, allá por 1932.

Una previsión más plausible sería que la enorme pérdida de riqueza financiera y real de la gente llevará a una recesión como mínimo mediana en EE UU. Lo que ha estado pasando en Japón desde 1990, cuando las burbujas bursátil e inmobiliaria reventaron a la vez, refuerza estas expectativas. Desde 1990 hasta 2000, Japón ha estado forcejeando para salir de la depresión económica y sigue siendo muy dudoso que se produzca una recuperación auténtica.

En la Reserva Federal, Alan Greenspan y sus acólitos tomaron inmediatamente medidas prioritarias basadas en ese prudente punto de vista descrito más arriba. Cuando el PIB se desaceleró, bajaron los tipos de interés una y otra vez. Ésa es la medicina que los médicos económicos prescriben cuando el diagnóstico es que se avecina un periodo de debilidad.

La penicilina suele curar rápidamente las fiebres bacterianas. Los remedios económicos tardan más tiempo en actuar, y la dosis exacta sólo se puede adivinar por aproximación. Cuando los sabios doctores se reunieron en la Oficina Nacional de Investigación Económica declararon a finales de 2001 que nuestra nación efectivamente ya había entrado en recesión algo antes, en marzo de 2001. Los expertos financieros, tras examinar el historial y ver cuánto solían durar las recesiones posteriores a la II Guerra Mundial, se preparaban para un mal año 2002 en Estados Unidos.

¿Qué aspecto presenta ahora el futuro? Sorprendentemente, cualquier asomo de recesión estadounidense en 2001 pareció haberse disipado a los cuatro meses de los horribles atentados terroristas del 11 de septiembre en Nueva York y Washington. Desde el 1 de octubre de 2001 hasta el 1 de abril de 2002, el PIB estadounidense creció de hecho a una tasa media anual por encima del 2,5 %. Las importaciones de Estados Unidos al extranjero prosiguen ahora su crecimiento a largo plazo, para deleite de China y las economías nacientes de todo el mundo.

¿De verdad que es todo tan prometedor? ¿Se puede mantener el rápido ritmo de crecimiento de EE UU en este primer trimestre? ¿Veremos pronto a los especuladores de Wall Street, Londres y Tokio cantando Vuelven los tiempos felices?

La respuesta es: definitivamente, no. La rentabilidad de las empresas estadounidenses sigue cojeando. La resaca del periodo de la burbuja se manifiesta en un exceso de capacidad. Todavía no hay rastro de la habitual inversión empresarial fuerte que puso en marcha otras recuperaciones cíclicas anteriores. Y en general, las tasas de desempleo, un indicador de retraso, no han empezado a descender.

A mi juicio, lo anterior no es necesariamente una indicación de una recaída a corto plazo en la recesión. La mayor parte de las pruebas de que disponemos favorecen la opinión de que entre ahora y comienzos de 2004, nuestra economía en general crecerá en una banda que rondará el 2,75% anual, aunque tan probable es que alcance un 1,75% como un 3,75%.

Recuerden esto; después del susto del 11-S, el presidente Bush y el Congreso han abandonado la austeridad presupuestaria. En vista de ello, las probabilidades pasan a estar en contra de cualquier deflación a corto plazo en Estados Unidos.

© 2002, Los Angeles Times Syndicate International, división de Media Tribune Services.

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