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Reportaje:

Alarma para Schröder

Los sondeos preelectorales dan como perdedor al SPD, que mañana celebra su congreso

A menos de cuatro meses de las elecciones generales del 22 de septiembre, los socialdemócratas alemanes siguen sin remontar la ventaja que los conservadores han tomado en los sondeos. El canciller, Gerhard Schröder, tendrá que empeñarse a fondo para ilusionar un poco a sus correligionarios en el congreso que su partido celebra mañana en Berlín.

Franz Müntefering, secretario general del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), no se suele entretener con matices. Tampoco es su papel: es el número dos del partido y su tarea, básicamente, consiste en atacar a los competidores. Esta semana le preguntaron cómo se explica que el SPD continúe tan por debajo de los conservadores de la coalición CDU/CSU en los sondeos. 'Yo no quiero hacer este tipo de análisis', respondió. 'Estoy en contra de quienes, desde la misma noche electoral, saben por qué han perdido'.

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La frase es sintomática. A 113 días de las elecciones del 22 de septiembre, el SPD está comenzando a deletrear la palabra derrota. Sus líderes se están familiarizando con la idea de que Schröder podría ser el primer canciller de la historia de la República Federal de Alemania en ser expulsado de la cancillería tan sólo cuatro años después de haberla ocupado. Desde hace cuatro meses, cuando los conservadores tomaron ventaja en los sondeos tras haber nombrado candidato a canciller al presidente de la Unión Social Cristiana (CSU), Edmund Stoiber, la diferencia no ha hecho más que aumentar.

Con un 35% de la intención de voto, el SPD, hoy por hoy, está cinco puntos por detrás del 40% que podría obtener la CDU/CSU. Además, todas las encuestas indican que una coalición entre los conservadores y el pujante Partido Liberal Demócrata (FDP) podría obtener una cómoda mayoría para gobernar. 'De no cometer algún error los conservadores, las elecciones ya están perdidas', llega a afirmar Oswald Metzger, un conocido parlamentario de Los Verdes, socio menor de la coalición gubernamental, que abandonará el Parlamento en la próxima legislatura.

El nerviosismo en las filas socialdemócratas aumenta en la medida en la que no surte ningún efecto la estrategia escogida hasta ahora: enumerar hasta en el último detalle lo que, a juicio de sus dirigentes, son los muchos logros de cuatro años de Gobierno rojiverde (desde la decisión de sanear las cuentas públicas, pasando por la reforma de las pensiones, hasta la legalización de las parejas de hecho homosexuales). Acto seguido, este balance suele ser adornado con unas cuantas promesas electorales (más dinero para las familias y la educación, por ejemplo), modestas todas, como corresponde a un país que corre peligro de reventar los límites del déficit público impuesto por el Pacto de Estabilidad.

Los conservadores lo tienen bastante más fácil: prometen reducir los impuestos, limitar drásticamente la participación estatal en la economía y bajar los costes laborales, todo ello sin mayor conmoción social. 'Bajo Schröder, Alemania se ha convertido en el vagón de cola del crecimiento económico en Europa', no se cansan de repetir Edmund Stoiber y Angela Merkel, presidenta de la Unión Cristiana Democrática (CDU). Ambos suelen hacer referencia también a que, en contra de las altisonantes promesas socialdemócratas en 1998, el número de parados en Alemania ronda los 4 millones.

Estas recriminaciones sacan de quicio al director de la campaña socialdemócrata, Matthias Machnig -'ellos saben que durante buena parte del Gobierno de Helmut Kohl, entre 1982 y 1998, la situación era parecida o, incluso peor', arremete-, pero calan entre los electores. Stoiber, quien es también primer ministro de Baviera -uno de los Estados más exitosos en términos económicos-, está logrando transmitir la sensación de que él y sus colaboradores podrían sacar a Alemania del marasmo.

Para mayor preocupación de los socialdemócratas, Stoiber ha moderado a más no poder sus posturas. Desde que fuera nombrado candidato, de sus labios no ha salido ni una sola frase que pueda ser interpretada como demasiado liberal en términos económicos, retrógrada en cuestiones culturales o xenófoba en lo que a la composición de la sociedad se refiere. Stoiber busca el centro político, ese mismo que también quisieran ocupar los socialdemócratas.

Para Schröder, en esto coinciden todos, el tiempo se está agotando. El congreso del SPD, mañana, puede que sea la última oportunidad para enderezar el rumbo.

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