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Entrevista:MARTA PESSARRODONA | EQUIPAJE DE BOLSILLO

'La poesía sirve para contarlo todo'

Javier Rodríguez Marcos

Las notas biográficas que Marta Pessarrodona (Tarrasa, 1941) suele incluir en sus libros son una buena definición de su propia poesía. En ellas conviven sus libros y sus traducciones del inglés con sus perros, el tenis y las ciudades que ama. Si su amor fiel ha sido siempre Londres, su amor adúltero, como dice ella misma, es Berlín. Allí nacieron Berlín suite (1985) y Homenaje a Walter Benjamin (1989).

PREGUNTA. ¿Cómo ve hoy dos libros escritos antes de la caída del muro?

RESPUESTA. Hoy los poemas serían muy distintos, pero me gusta que salgan así. Es un testimonio de cómo era la ciudad. Lloré de alegría el día que cayó el muro, pero he de reconocer que aquel Berlín de 1984 era muy excitante. Llegué pensando que mi carrera como poeta había terminado y a los 15 días empecé Berlín suite. Era como una esquizofrenia, y la esquizofrenia si es grave te lleva al manicomio, pero si se controla es muy creativa.

P. ¿Por qué 'terminado'?

R. Acaba de morir Marià Villangómez, que decía que en 1962 había dejado de ser poeta. A Gabriel Ferrater lo conocí en la primavera de 1968 y ya no se consideraba poeta. He visto de cerca gente que decía: 'Aquella época en que fui poeta'. Es un miedo que todavía tengo hoy. Pero esta mañana he empezado un poema.

P. ¿Sigue siendo una eterna estudiante de alemán?

R. Puedo leerlo. Ahora estoy con el hebreo. No puedo leerlo aún, pero la Biblia es distinta desde que sé algo de hebreo. Parece que la entiendo más. Como decía Borges, no es un libro, es una historia de la literatura.

P. Pero su pasión es el inglés.

R. Siempre hice caso a los mayores, y Carles Riba decía que el día en que Josep Carner aprendió inglés fue un gran momento para la literatura catalana.

P. ¿Qué le aportó?

R. La poesía anglosajona no permite la banalidad. La buena poesía es como una máquina que sirve para contarlo todo. Y me gusta la poesía que cuenta cosas. Hay, no obstante, gente como Hardy que tiene una cabeza mixta de narrador y poeta. Además, la narración corta es como el poema.

P. Su poesía está llena de claves privadas.

R. No lo digo sacralizando, pero si no hubiera escrito poesía sería una persona completamente distinta. Me habría dedicado al hockey sobre hierba. La vida y la poesía están muy ligadas en mi caso. No hay fractura.

P. ¿Y el amor y la poesía?

R. Adrienne Rich decía que la poesía era maravillosa porque permitía recuperar el pasado, pero que al mismo tiempo da miedo porque a veces adelanta el futuro.

P. ¿Ha escrito algún poema premonitorio?

R. Una vez estaba viviendo una relación muy feliz y escribí un poema que hablaba de algo que se acababa, aun cuando el fin no se podía ni vislumbrar. Escondí el poema. Cuando la relación terminó me di cuenta de que el final ya estaba ahí.

P. ¿Puede un poeta estar hoy a la altura de su tiempo?

R. El poeta actual que más interesa es James Fenton, que fue corresponsal de guerra. En otra vida yo sería corresponsal en el extranjero. Intento hablar sólo de cosas que realmente conozco. Como dice Susan Sontag: si hablo de guerra es porque he estado en cinco.

P. En sus poemas conviven sin problema Hilda Doolittle y Tracy Chapman.

R. Para mí cuenta lo que me da una cierta felicidad, sea una canción pop o una obra de Schubert.

P. ¿Qué está leyendo?

R. Las cartas entre Pedro Salinas y Katherine Whitmore, que habría que leer al lado de los poemas amorosos de Salinas. También al propio Fenton, y a Paul Moldoun. También he estado releyendo la edición en Seix Barral de Mujeres y días, de Gabriel Ferrater.

P. Usted conoció bien a Ferrater, ¿cómo era?

R. Era una persona intensa. Cuando lo leí sin conocerlo me impresionó. Me sigue impresionando que una carrera tan corta dejara tanta huella. Me han dicho que hay un grupo de gente que desde hace años se reúne cada semana para comentar un poema suyo.

Berlín suite/Homenaje a Walter Benjamin. Marta Pessarrodona. Traducciones de Ana María Moix y Manuel Serrat Crespo. Debolsillo. Barcelona, 2002. 70 páginas. 3 euros.

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Sobre la firma

Javier Rodríguez Marcos
Es subdirector de Opinión. Fue jefe de sección de 'Babelia', suplemento cultural de EL PAÍS. Antes trabajó en 'ABC'. Licenciado en Filología, es autor de la crónica 'Un torpe en un terremoto' y premio Ojo Crítico de Poesía por el libro 'Frágil'. También comisarió para el Museo Reina Sofía la exposición 'Minimalismos: un signo de los tiempos'.

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