El FBI aborda la mayor reforma de su historia tras los graves errores del 11-S
'Nos hace falta cambiar y estamos cambiando', señala el director de la agencia federal
Presionado por las críticas y abochornado por sus errores, el FBI anunció ayer la mayor reorganización de su historia para centrar su trabajo en la lucha contra el terrorismo. La agencia cederá a los Estados la persecución de crímenes y delitos que ahora ocupaban buena parte de su tiempo. Casi 2.200 agentes de los 11.500 en nómina estarán destinados en unidades antiterroristas. Se crea al mismo tiempo una oficina de contacto con la CIA para evitar investigaciones paralelas como las del pasado. El FBI contratará a 900 nuevos agentes expertos en idiomas, ordenadores e investigaciones científicas.
Robert Mueller, que ocupó su despacho como director del FBI una semana antes de los atentados del 11 de septiembre, compareció ayer con su superior inmediato, el fiscal general, John Ashcroft, para presentar formalmente una remodelación que pasa por ser al mismo tiempo un ejercicio público de contrición.
Comenzó con un reconocimiento de culpa por errores cometidos antes de su mandato. El anuncio de los cambios se convertía enseguida en un catálogo de imperfecciones del FBI: 'Hay que mejorar el sistema de reclutamiento, estructuración y entrenamiento de nuestra plantilla. Hay que mejorar la colaboración con otras agencias y, por encima de todo, tenemos que hacer un trabajo mucho mejor a la hora de manejar, analizar y compartir la información', aseguró.
Él mismo ofreció un resumen de su propia comparecencia: 'Esencialmente, necesitamos centrarnos por encima de todo en la prevención. Dicho de manera simple, nos hace falta cambiar y les aseguro que estamos cambiando', dijo Mueller.
Al margen de los cambios en la filosofía de trabajo, el FBI se dispone a adoptar medidas fácilmente cuantificables. Mueller, que mantendrá el nuevo reparto 'al menos durante los dos próximos años', cambia definitivamente el destino de 1.550 agentes para sumarlos a los departamentos de lucha contra el terrorismo. En contrapartida, se reduce personal en las secciones de lucha contra la droga o en delitos que puedan cederse a las fuerzas de seguridad de cada Estado. Se crea una Oficina de Inteligencia que estará dirigida por un agente de la CIA; otros 25 analistas de esta agencia trabajarán en las instalaciones del FBI para garantizar que existe coordinación entre los dos gigantes del espionaje estadounidense. Finalmente, el FBI espera contratar antes de septiembre a 900 personas para convertirlas en agentes especializados en informática, investigaciones científicas o interpretación lingüística de los datos captados por los servicios de espionaje.
Ashcroft, que prometió colaboración con el Senado y la Cámara de Representantes en las investigaciones sobre el funcionamiento del FBI antes del 11-S, aseguró que las modificaciones tratan de 'permitirnos determinar mejor cómo los enemigos de la libertad se aprovechan de nuestro sistema para asesinar a civiles inocentes'. El fiscal general, conocido por sus posiciones radicales frente a quienes critican un recorte paulatino de las libertades públicas, aceptó 'escuchar a quienes quieran plantear preocupaciones legítimas'. Pero dijo después: 'Nunca dudaremos a la hora de tomar decisiones comprometidas si sirven para mantener a salvo a nuestros ciudadanos y para asegurar nuestras libertades'.
Diez nuevos objetivos
En cambio, Mueller fue mucho más cuidadoso en ese terreno: 'No debemos olvidar nunca que nuestras acciones deben estar sujetas a los principios y al marco de trabajo constitucional que protege los derechos y la privacidad de nuestros ciudadanos'. En su listado con los 10 nuevos objetivos del FBI, la protección de los derechos civiles figuraba en quinta posición.
Sobre el FBI pesa la acusación de no haber sabido juntar las piezas de un puzle que quizá habría permitido prevenir el 11-S. Hubo pistas que no se investigaron, informes que quedaron bloqueados en la central de Washington y sospechas que no se cotejaron con la CIA. Por eso Mueller habló ayer de una 'nueva estructura de mando que apoye y no entorpezca nunca el trabajo de nuestros agentes repartidos por el país y por el mundo'.
Mueller llegó a su cargo con el mandato de reformar una institución de extrema complejidad interna. Su primera misión era cambiar la estructura y los controles para hacer frente a dos de los mayores ridículos a los que acababa de enfrentarse el FBI: el descubrimiento tardío de un topo a sueldo de Moscú (el espía Robert Hansen) y la aparición de documentos sobre el atentado de Oklahoma que retrasaron la ejecución de Timothy McVeigh.
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