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Reportaje:

La ratonera subterránea

Usuarios discapacitados de la piscina de Campanar piden un ascensor para poder salir del metro más cercano

El metro de Valencia no está diseñado a la medida de todas las personas que pretenden acceder a los vagones subterráneos, algo que no hay que explicar a quienes necesitan una silla de ruedas para desplazarse. Esta situación, válida en términos generales, se agudiza y se transforma en un sarcasmo cruel en estaciones concretas como la de Campanar, situada en la línea 1. Cerca de esta boca de metro están el hospital La Fe de Valencia y uno de los mayores centros comerciales de la ciudad. Pero además de esto, lo que más interesa a muchos discapacitados es que allí está también la federación de deportes asistidos y la piscina a la que unos 200 de ellos se desplazan tres veces por semana para realizar sus terapias y ejercitarse físicamente. Entre ellos, el campeón olímpico de los 200 metros braza Ricardo Ten.

El acceso en metro es fácil para cualquiera que desee desplazarse a esta piscina, menos para quienes está destinada. No existen ascensores que permitan a los discapacitados llegar a las puertas del centro deportivo desde el metro. Y ayer algunos de ellos convocaron a varios periodistas para denunciar los obtáculos que se encuentran si quieren emplear la red de transporte suburbana. Marina, la madre de Beatriz, y María José, acompañando a su hija Marta, descendieron en la parada de Campanar, junto al diputado socialista Ximo González, para demostrar la imposibilidad de acceder a la piscina desde el metro, si no es llevando en volandas las sillas de ruedas hasta la superficie. María José recordó que en mayo del año pasado remitieron un escrito al metro de Valencia con más de 800 firmas en el que reclamaban la adaptación de la estación de Campanar. Siete meses más tarde, en octubre, recibieron una respuesta que indicaba que las obras estaban en fase de licitación. Pero a fecha de hoy, las cosas no han cambiado. Por ello, a instancias de González, hoy se debatirá en la comisión de política social de las Cortes una proposición no de ley para que se ejecuten las obras de adaptación de la estación de Campanar.

Mientras tanto, los discapacitados se tienen que contentar con apearse en la parada más próxima con ascensor, que no es la anterior ni la posterior, sino las que preceden a estas dos, por lo que rara es la vez que alguno de ellos va en metro. Ni en ningún otro medio de transporte público ante las pocas facilidades que ofrecen.

Existe la posibilidad de coger un autobús dirigido exclusivamente a atender a personas con problemas de movilidad y que ofrece la Empresa Municipal de Transportes, eso sí, previa llamada 48 horas antes para reservar hora y siempre que se viva en el casco urbano de Valencia. 'Imagínate, si quieres quedar con una amiga, has de hacer planes con dos días de antelación', comentaba ayer Beatriz. Otra opción es subir a alguno de los autobuses de la red urbana, aunque tampoco es una solución fácil. Para empezar, no todos tienen rampa de acceso para sillas de ruedas y la espera puede durar más de media hora. En el caso de que tengan rampa, tampoco funcionan en todos los autobuses. Pero, además, es complicado subirse sin ayuda, por lo que no ofrecen la autonomía que podría aportar el metro si estuviera totalmente adaptado. Así, la solución a la que suelen recurrir es el transporte privado, lo que requiere la disponibilidad del conductor.

Y una vez en la piscina, hay sólo seis plazas para discapacitados, por lo que se saturan de inmediato. Los usuarios de la piscina reclaman una solución urgente que habilite rampas y ascensores en todos los recorridos y paradas y así, evitar situaciones como la que se produjo con una niña discapacitada que emplea una silla eléctrica de 120 kilos de peso y su madre. Por error, se apearon en una estación sin salida. En estos casos, es imposible dar la vuelta y coger el convoy que circula en sentido contrario, por lo que tuvieron que esperar a que pasara otro tren del mismo sentido, buscar una estación con ascensor, salirse en ella y volver a entrar en dirección contraria para deshacer el recorrido tomado de forma equivocada. 'Una ratonera subterránea', en boca de una de las madres.

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