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Reportaje:

Fresa con pocos escrúpulos

Un grupo de trabajadores rumanos reivindica el pago de sus salarios y mejores condiciones domésticas

La inmigración es un fenómeno social e indudablemente una necesidad económica. Pero también puede ser un instrumento de abuso, el arma de los pillos para ganar aún más dinero con sus negocios. Estas acciones nunca son justificables, pero su aspecto más repugnante es que siempre se ceban en los más débiles.

El Sindicato de Obreros del Campo destapó ayer la situación de 120 trabajadores rumanos en los campos de fresa de Huelva. Son alrededor de ochenta mujeres y cuarenta hombres que llegaron hasta El Rocío en tres tandas; el 2, el 8 y el 14 de marzo. Desde entonces, trabajan en las fincas de fresa, frambuesa de la empresa Surexport. Ésta figura como una cooperativa, aunque desde el SOC sostienen que se trata de una empresa de carácter familiar y que cuenta con alrededor de 100 hectáreas de cultivo.

Estos trabajadores llevan en huelga desde el pasado sábado. Día que no trabajan, día que no cobran, pero es que no les deja el orgullo. La razón de su ofensa no es nada nuevo. Por desgracia es un clásico: no les han pagado lo que debían y viven hacinados a una media de ocho personas por habitación.

La casa donde residen las mujeres (no hay casas mixtas y aseguran que no se contratan parejas para la misma plaza de trabajo), está situada en la aldea de El Rocío, en la calle del Tomillo. Es una casa amplia y en buen estado. En total, hay 11 habitaciones y un espacio abuhardillado, un altillo, con una quincena de camas.

Es la clásica casa rociera -de hecho está llena de fotos de mujeres , hombres y niños a caballo, riendo bailando... - preparada para albergar a bastantes personas. Lo que no cuadra es meter a cerca de ochenta mujeres adultas durante tres meses y que además trabajan duro durante bastantes horas al día.

Esta situación es dura. De hecho, situaciones como ésta son las que han alejado a los trabajadores españoles de muchos campos. El avance del bienestar y de la propia conciencia hacen que pocos en España se vayan a trabajar en estas condiciones, por 28,75 euros de duro trabajo al día. Y eso si hay suerte. Del dinero que perciben por su trabajo, el patrón les quita a cada uno de ellos 2,80 euros al día para pagar el alojamiento. La casa en la que duermen unas encima de otras, sin intimidad ninguna y donde la higiene es algo trabajoso, ya que sólo hay un par de lavadoras y tres baños.

Pero estos trabajadores rumanos no se quejan sólo de eso. Ovidiu, fuerte como un toro, con el pelo rapado y la piel quemada explica en balbuceante inglés que ellos vinieron a España a ganar dinero y que no les están dando lo que se merecen y les prometieron. Con sonrisas tímidas y menos beligerancia que Ovidiu, Elena, Didi, otra Elena y Joana blanden sus permisos de trabajo que no les han servido para protegerles de la explotación. Recuerdan a los familiares que han dejado en casa. Entre las dos elenas tiene seis hijos, y que las estrecheces del domicilio serían permisibles si les pagaran lo que les deben. Aún así, intentaron mudarse a un cámping cercano, que les salía hasta más barato.

Ellos aseguran que no les han pagado las horas extras y que las han hecho a montones. Y es que la suma no es una broma. En particular, según el Convenio del Campo para Huelva, por cada hora fuera del jornal, cada trabajador debe recibir 7,74 euros y a partir de la segunda 10 euros. Los trabajadores rumanos aseguran que no han recibido casi nada de este dinero. Y que no habían podido quejarse antes, simplemente porque nadie les había hecho caso. No han visto ninguna inspección de trabajo. Tan sólo el SOC les ha prestado atención.

Precisamente, en la tarde de ayer, negociaban representantes del sindicato, dos trabajadores y la empresa en la sede de la Coag en Bollullos par del Condado. Según los sindicalistas, la empresa ha admitido que no ha pagado lo que debía y negocia darles al menos parte. También según el SOC, les devolverá la mitad de lo que les quitaba para alquiler.

Un representante de la Coag adelantó que la empresa no hablaría. que 'todo se está sobredimensionando'. Quizá como las ganancias de algunos.

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