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EL DEFENSOR DEL LECTOR
Columna
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Pasión por la Fiesta

Abrirse de capa Manuel Vicent en su columna anual contra los toros, al filo de los sanisidros, y alborotarse el personal antitorero es todo uno. Sólo que esta vez, por mor del correo electrónico, el alboroto tiene trazas de no acabar, empeñados como están sus promotores en que este periódico devuelva el toro al corral.

El domingo 12 de mayo, Vicent dedicó su columna dominical -es ya un rito de este periódico- a vituperar la Fiesta, y como no es precisamente torpe con la pluma, le salió una columna de las suyas, redonda y brillante, que ha levantado tanta pasión como los toros mismos.

Este año Vicent se puso exquisito, situó la acción de su diatriba 'en una cafetería de Alexander Platz de Berlín' y contó el sobresalto que le produjo leer en las páginas de este periódico informaciones sobre una exposición de pintura en el Guggenheim, una entrevista con Woody Allen y encontrarse, de pronto, 'en medio de Berlín, con la imagen de un toro ensangrentado, traspasado por varios hierros, con la lengua fuera, a los pies de un extraño matarife recubierto de lentejuelas y remachado en oro falso'.

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Y puesto a echar a reñir el refinamiento cultural con los toros, pedía que el lector 'sensible' de EL PAÍS no tuviese que 'pasar por la humillación de contemplar entre una sinfonía de Claudio Abbado y una conferencia de Steiner esa morcilla acribillada y sangrante que un día fue en el campo un bello animal'.

La apuesta de este año, por parte de Vicent, era un órdago e invocaba la muerte del crítico taurino del periódico, Joaquín Vidal -con su 'excelente literatura'- y la del presidente de honor de la empresa editora, don José Ortega Spottorno -un gran aficionado- para decir que, una vez desaparecidos, 'ha llegado la ocasión de erradicar de las páginas de EL PAÍS, de una vez para siempre, la sección de La Lidia'.

¡La que se ha liado!; 66 cartas -todas por correo electrónico- ha recibido el Defensor adhiriéndose a la propuesta de Vicent de darle matarile a la cosa taurina.

El asunto tiene mucho de campaña, legítima, claro, porque cuarenta de las cartas tienen idéntico texto y conviene aclarar que una de ellas, desde la Comunidad Valenciana, acumula 36 firmas con el DNI de quienes la suscriben, así que, en realidad, son 101 las protestas recibidas, al margen de las cartas al director, de las que se ha publicado alguna.

El resto de las misivas proceden mayoritariamente de nuestro país, pero también hay dos de Portugal, otras tantas de Brasil, varias de otros países latinoamericanos, alguna de Estados Unidos y una de Filipinas.

Como el Defensor tiene entre sus cometidos explicar a los lectores el porqué de las decisiones que toma el periódico, se hace imprescindible trasladar a los que han expresado su opinión y a los que puedan estar interesados en el mundo de los toros que EL PAÍS seguirá publicando información taurina.

Es una realidad arraigada en nuestro país que cuenta con miles de seguidores y que el periódico no puede ignorar sin mutilar esa misma realidad.

No es éste el lugar para promover un debate sobre los toros. Quede constancia, simplemente, de que esa realidad seguirá teniendo reflejo en el periódico.

Joaquín Vidal fue un maestro de la crónica taurina en particular y del buen escribir en general, pero la excelencia de su estilo no era una coartada para sostener la sección de La Lidia.

Por cierto, también ha habido quejas porque este año se ha reducido a la mitad la información sobre la Feria de San Isidro. La dirección del periódico ha asegurado al Defensor que es un hecho circunstancial y no debe entenderse a modo de señal para erradicar la información taurina.

Tampoco es posible medir o dibujar el retrato robot del lector 'sensible', aunque podría apuntar nombres, muchos con alcurnia intelectual, que escuchan música dirigida por Abbado, leen a Steiner y acuden a la plaza de toros, probablemente con parecida devoción.

Hay lectores, créanlo, que aseguran no haber leído jamás una línea dedicada al fútbol y que se declaran incapaces de entender cómo puede gustar a alguien lo que para ellos no es más que un derroche físico sin sentido, cuando no una brutalidad inaceptable, pero no por eso el periódico ha pensado en suprimir la información futbolística ni en dejar de informar sobre los fogonazos de violencia que, de vez en cuando, enciende este deporte.

El abanico de un periódico trata de ser tan amplio como los intereses de la sociedad en la que se edita, consciente de que no todos merecen la misma atención ni el mismo juicio por parte de sus lectores.

Son legión los aficionados a los toros, por más que pueda extrañar a sus detractores, y un periódico editado en este país no puede marginarlos.

El sindicato

El pasado martes día 21, el periódico abrió su primera página con este titular: Aznar pide blindar a la UE contra la inmigración ilegal, y un sumario que decía 'El sindicato policial acusa a Interior de inflar los datos de extranjeros detenidos'.

Un lector, por teléfono, advirtió al Defensor de que la expresión 'el sindicato' equivale a proclamar que sólo existe uno, cuando la realidad es que son seis las formaciones sindicales con afiliados en la policía.

En el texto de la noticia se aclaraba que el Sindicato Unificado de Policía (SUP) era el discrepante. Sindicato mayoritario en el sector y, para ser más exactos, abrumadoramente mayoritario, pero al querer evitar la indeterminación de 'un sindicato policial' o el colocar siglas en un titular, de difícil identifición para muchos, provocó la incorrección. También hay lectores 'sensibles' al rigor en el mundo sindical.

Los lectores pueden escribir al Defensor del Lector por carta o correo electrónico (defensor@elpais.es), o telefonearle al número 91 337 78 36.

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