Los ortodoxos búlgaros comparan al Papa con el Cristo doliente
Juan Pablo II, decrépito y enfermo, acaba hoy su visita a Bulgaria
Un helicóptero trasladó ayer a Juan Pablo II hasta el monasterio de San Juan de Rila, situado en la falda del macizo del mismo nombre, a unos 120 kilómetros de Sofía, en el que se venera la memoria de un noble del siglo X que dejó sus riquezas y se hizo ermitaño. En el recinto -un interesante pastiche arquitectónico, que encierra frescos de estilo bizantino y ricas tallas de madera- le esperaban los ocho monjes ortodoxos que viven en este lugar, el más sagrado de Bulgaria, y el primer ministro del país, el ex rey Simeón. El Pontífice, que apenas puede tenerse en pie, entró en el templo subido en la peana móvil gracias a las rampas de acceso especialmente instaladas. 'El Papa ha asumido esta nueva forma de viajar', dijo el portavoz vaticano, Joaquín Navarro Valls, que confirmó todos los viajes programados. Juan Pablo II concluye hoy su visita a Bulgaria.
La decrepitud extrema del Pontífice impresiona a todos los que se le aproximan. Ayer, el metropolitano Simeón, número dos del patriarca ortodoxo Maxim, se declaró sorprendido de que continúe viajando: 'Alguno de sus colaboradores debería decirle que tiene que parar', dijo. Simeón reconoció, no obstante, con admiración: '¿Quién podría hacer lo que hace él? Parece el Cristo doliente. Es como uno de los primeros misioneros'. La Santa Sede parece convencida del efecto benéfico que tiene sobre la imagen de la Iglesia católica este papa anciano y enfermo que 'ha incorporado a su ministerio pastoral sus límites físicos, que son los que todos pueden ver', reconoció ayer Navarro Valls, 'hasta el punto de seguir viajando'. También el Pontífice encuentra en estas visitas que le obligan a penosos esfuerzos físicos un estímulo especial 'por la enorme reacción de afecto que provoca en la gente', dijo el portavoz.
Se produce así una simbiosis perfecta entre Iglesia y Pontífice, hasta el punto de que el Vaticano confirmó ayer los viajes proyectados por Juan Pablo II para este año; es decir, el viaje que realizará entre el 23 de julio y el 2 de agosto a Canadá, México y Guatemala, el que lo llevará a Polonia entre el 16 y el 19 de agosto e incluso un desplazamiento a Croacia para el mes de septiembre.
El Papa no renuncia tampoco a visitar Rusia, pese a la tensión que hay en estos momentos con el patriarca Alexio II. Ayer, en el monasterio de Rila, rindió homenaje a los austeros monjes ortodoxos, no sólo a los búlgaros, sino a los que habitan en el monasterio griego del monte Athos, y a los rusos. '¿Qué sería Rusia sin la infinidad de moradas del Espíritu Santo que le han permitido superar el infierno de la persecución soviética?', se preguntó el Pontífice, que sólo leyó, como ya es habitual, unas líneas del comienzo y otras del final de su discurso. En realidad, las iglesias ortodoxas aprendieron a convivir con los regímenes soviéticos, en ocasiones con excesiva armonía, como en el caso del patriarca Maxim.
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