_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Decretito / decretazo

Cuando el cronista paseaba, con unos amigos, cerca de lo fue un río y ahora, una pestilencia, tuvo noticia de la coladura que había perpetrado la alcaldesa de Requena, en su papel de presidenta de la Federación Valenciana de Municipios y Provincias, al convocar a los alcaldes del PP de las comarcas castellanohablantes, con el propósito de echarles a los socialistas los lodos del requisito lingüístico, sin percatarse de que inevitablemente atinaría a su partido y al jefe Zaplana, quien había aprobado el decretito del requisito. Qué desmemoria la de Emma Iranzo. Pero, ¿fue una iniciativa propia?, ¿o recibió la visita del motorista con la orden cifrada de urdir una escaramuza de descrédito de la oposición? El empleo de unos proyectiles tan camp no sólo la devolvían a épocas obsoletas, sino que alteraba a una sociedad que está adquiriendo un aceptable grado de tolerancia, madurez y criterio. Por eso, al cronista y sus amigos, que dialogaban, por los recuerdos de un río que se llamó Segura, la alcaldesa de Requena se les figuró mitad Pedro el Ermitaño, predicando una nueva cruzada, mitad institutriz de otros primeros ediles de su cuerda, a los que se les supone debidamente instruidos en la ordinaria y recurrente estrategia popular de la descalificación.

Un día después, a Emma Iranzo, le echaron un capotazo. Y la engrescada alcaldesa no sólo se envainó la convocatoria, sino que publicó su arrepentimiento y anunció su inquebrantable adhesión al decretito: 'Apoyamos totalmente el requisito lingüístico en los términos que lo ha aprobado el Consell'. Era el retorno al redil. Pero, ¿fue otra iniciativa propia?, ¿o recibió la visita de un segundo motorista con el ultimátum de empapelarla por insumisa? Para enderezar un patinazo tan sonado como flagrante, Alicia de Miguel -quizá, haciendo de tripas corazón, vaya usted a saber-, se las apañó, dándonos un baldío pase de ilusionismo: Emma Iranzo siempre ha formado junto a los luceros, o sea, junto al requisito. Y concluyó: 'Nadie ha hecho más que este Gobierno para la pacificación de la situación que pasó en esta Comunidad respecto a la lengua valenciana. No hay nada más que decir'. Cuando se concluye con una frase tan cuartelera, es que están tallando la democracia, más canija que hace unos años; y ya veremos en qué queda, al paso que van.

A estas alturas, a pocos observadores de la actualidad se les escapa cómo anda el PP. Aun con esa mayoría absoluta que ha terraplenado, sin contemplaciones, tiene que recurrir al decreto: sus últimos cartuchos, que crispan el panorama político y social. Al decretito del requisito lingüístico autonómico; el decretazo de la reforma del desempleo del Gobierno central. Entre ambos, todos los indicios: la inseguridad, la desconfianza, el autoritarismo. Aznar ha creado más ambiente huelguístico que todos los sindicatos a la vez. El cronista recuerda cómo de niño, una avioneta biplano hacía vuelos rasante, por la playa de San Juan. Al principio, los bañistas permanecían entre sobrecogidos y atónitos, luego algunos gritaron: Se le ve el hombre, se le ve el hombre. Ahora, el Gobierno del PP está haciendo vuelos rasantes sobre la sociedad, y algunos ciudadanos ya han empezado a gritar: se le ve el miedo, se le ve el miedo.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_