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Columna
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Búnker, búnker

El demonio tenía razón. Cuando en enero de 2000 la coalición entre el Partido Cristiano Conservador y el Partido de la Libertad de Jörg Haider ganó las elecciones a los socialistas (treinta años en el poder), la Unión Europea decretó el aislamiento diplomático contra Austria. La UE veía signos de xenofobia en Haider, que pedía la congelación de las tasas de inmigración y la expulsión de los ilegales. Ahora resulta que Haider tenía razón: lo sabe hasta el secretario de los socialistas almerienses, Martín Soler. Según Soler, los inmigrantes sin papeles deben ser devueltos a sus países.

También lo sabe Blair, su compañero, y contra las barcazas de inmigrantes en el Mediterráneo Oriental prepara barcos y aviones de guerra (operarán desde las bases británicas de Malta y Chipre. Una idea: una base conjunta hispanobritánica en Gibraltar ¿no podría controlar el occidente metiterráneo?). La eficacia militar evitará expulsiones del Reino Unido, supongo. Pero 'aquí entra quien quiere, hay barra libre', dice Chaves. Habrá que echar gente. 'No se trata de represión', dice Soler a Ana Torregrosa, 'es simplemente aplicar la ley'. Se acabaron los escrúpulos sobre la situación personal de cada viajero clandestino: ¿Cómo vas a tratar a 100 personas como si fueran una caja de pescado?, nos preguntábamos antes. Basta de pensar bobaliconamente en el derecho de asilo para el extranjero que lo pide. Enterrada la mala conciencia (pegajosa fuente de piedad), se impone la ley (fuente infinita de buena conciencia). Se imponen las encuestas: los jóvenes y los trabajadores de Austria votaron mayoritariamente a Haider el xenófobo, y quizá los de Almería voten a Soler.

No es que crezca la xenofobia, es que crecen los inmigrantes, y nos preocupamos, como es natural. Los ministros del Interior de la UE se reunirán en Roma esta semana para tratar el blindaje de Europa frente al exterior. Mientras un fiscal de aquí me aconseja que me busque una pistola para defender mi casa de los enemigos interiores, los ministros del Interior vigilan a mis posibles enemigos exteriores. Vivimos un proceso de acorazamiento mutante, el nacimiento de un caparazón, como si nos estuviéramos preparando para el choque contra la amenaza que llega del espacio exterior. Y, en una situación como ésta, lo más razonable es pedir la expulsión de los inmigrantes que no tienen la documentación en orden.

Unos periodistas de Marruecos dicen que, según los inmigrantes, el PP y el PSOE son iguales en materia de inmigración. No opina lo mismo el socialista Soler, de Almería. 'El PP ha fracasado en política de inmigración', dice. Uno piensa que Soler va a discutir si la política del PP ofrece al inmigrante posibilidades reales de entrar y trabajar legalmente en España, por ejemplo. Pero el fracaso del PP, según Soler, sólo es éste: 'El PP no ha logrado hacer un control efectivo de las fronteras'. La coraza del PP es débil, los socialistas nos acorazarían mejor y expulsarían más, 'desde el más escrupuloso respeto a la dignidad personal y a los derechos consustanciales a un Estado democrático', asegura Soler.

Y, la verdad, ¿no es de sentido común?

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