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Los primeros testigos de la acusación niegan las imputaciones contra los opositores de Guinea

Un testigo revela que tres generales, familiares de Obiang, participaron en los interrogatorios

Ramón Lobo

Los cuatro primeros testigos de cargo dieron un soberano disgusto a la fiscalía que los presentó. Dos se desdijeron de su declaración ante la policía, denunciaron torturas, evidentes en sus manos y en sus pies, y negaron tener conocimiento de una reunión de Bata, en la que supuestamente se urdió la trama de la asonada que ahora se juzga en Malabo. Un total de 144 opositores al régimen de Teodoro Obiang Ngema se sientan en el banquillo.

El caso de los dos segundos fue aún peor: ambos relataron con generosidad de detalles una conspiración de 1997, que ya fue juzgada y amnistiada por el presidente Teodoro Obiang, pero nada saben de los hechos de 2002; tampoco conocen la razón de hallarse hoy entre los encausados.

Salomón, el primero en subir a la tarima del vetusto cine Marfil, pidió declarar en fang, su lengua materna. Nervioso, el presidente del tribunal, Martín Nsú, le preguntó si desconocía el castellano. Aquel, impávido, replicó que no del todo, pero que 'el asunto era grave'. Murmullos y risas en la sala. Un joven vestido con una camiseta blanca y el anagrama de una soga de ahorcado impreso en la pechera ejerció de traductor improvisado. Los tres fiscales, algo descentrados por el fiasco de las declaraciones de Salomón, en las que se desdecía de lo firmado a golpes ante la policía, se enredaron en interrogatorios banales sobre la existencia de unas pegatinas de la Fuerza Democrática Republicana, el partido fundado hace meses por la disidencia a Obiang en su clan de Mongomo, y que parece ser la razón del macroproceso.

Torturas

A Solomón le siguió en el escenario Mariano, con ambas muñecas rotas. Este testigo no sólo denunció torturas sino que dio nombres de tres de sus interrogadores, los generales Agustín Ndong Oná, primo del presidente; Amengol Ondó Nguema, hermano, y Antonio Obama Ndond, primo del jefe del Estado. Uno de los abogados se interesó por saber si había nacido con las manos en ese estado por algún defecto o enfermedad y Mariano respondió calmo que no, que se las quebraron a palos.

El tercero, Domingo, se explayó en una línea conspiradora muy al gusto de los fiscales y del jefe de la Seguridad del Estado, Manuel Nguema, que seguía inquieto el mal curso que tomaba el juicio. El problema de Domingo empezó en el examen de los defensores. El hombre se hizo un lío monumental con los nombres y las fechas, y al final admitió que se refería a hechos acontecidos en 1997, ya juzgados, y que de los que se trata ahora carece de información. Domingo se despidió del estrado asegurando no saber las razones de su presencia allí. Más risas.

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La mañana no comenzó bien para los 144 procesados. La fiscalía cambió el orden de aparición de los testigos propuestos por el tribunal y se quejó de que el abogado-acusado Plácido Micó se sentara con el resto de los letrados. El tribunal acató las propuestas, ordenando a Micó, líder de otro partido de la oposición, regresar al banquillo en la platea. En 24 horas, Martín Nsú modificó su decisión del día anterior pese a empeñarse en defender que no había cambiado de opinión. También por la mañana, en el momento en el que se dirimían las cuestiones de procedimiento, se descubrió que 17 de los procesados carecían de un abogado, pues nadie les había mencionado en las conclusiones provisionales de la primera jornada. El presidente del tribunal se los entregó a dedo a uno de los defensores, que pidió un aplazamiento para estudiar el sumario de sus nuevos patrocinados. La propuesta le fue denegada. 'No les llamaremos a declarar hasta que esté preparado', dijo Martín Nsú.

'Creo que el caso se les ha desmoronado', dijo Fernando Ledesma, observador por el Colegio de Abogados de Madrid, al finalizar la sesión después de seis horas y media. El senador del PSOE, Juan José Laborda, es más pesimista: 'Me parece que les va a dar igual, impondrán penas duras pase lo que pase'. Los abogados defensores tampoco bailaban de optimismo: 'Esto es un mero juego político'.

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