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Reportaje:EL LIBRO DE ESTILO DE EL PAÍS

Un contrato con los lectores

Francisco Peregil

Por qué un libro de estilo, un manual de consumo interno del que apenas se esperaba vender cinco mil ejemplares, va por la decimosexta edición, con más de 70.000 ejemplares vendidos?

Tal vez la respuesta haya que buscarla en un folleto de portada azul con una máquina de escribir en la cubierta. Apenas quedan unos cuantos ejemplares de aquella obra que se editó en enero de 1977, siete meses después de la salida del periódico. Casi ninguno de los redactores que integran hoy la plantilla de EL PAÍS ha visto aquel folleto, el primer Libro de estilo en la prensa española. Y sin embargo, ahí estaban ya fijados los principios de coherencia, ética y humildad profesional que marcaría la trayectoria de este medio y la de su gente.

Libro de estilo

EL PAÍS. Ediciones EL PAÍS. Madrid, 2002. 680 páginas. 21 euros.

'El Libro ha contribuido a que sea cada vez más cierto eso de que los verdaderos dueños del periódico son los lectores' (Jesús Ceberio)
'Eliminamos todos los tratamientos. Decidimos que el mismo trato corresponde a un catedrático que a su portero' (Julio Alonso)

El primer artículo de aquel Libro rezaba: 'El propósito al redactar cualquier noticia es comunicar hechos a un público lector heterogéneo'. Y el segundo: 'El periodista transmite noticias a los lectores y se abstiene siempre de poner sus opiniones sobre los hechos de los que informa. Estos hechos deben ser siempre comprobables'. Dos páginas más allá se leía: 'Debe evitarse, salvo en casos excepcionales, la primera persona del singular. El protagonismo del cronista no interesa al lector'.

El Libro dejaba claro que las normas eran de obligado cumplimiento. Pero también aclaraba en su primera página que era una obra 'aún perfeccionable y sujeta a las sugerencias de todos los redactores'. Y así fue. Día a día, semana a semana, y bajo la dirección de Juan Luis Cebrián, el folleto de 1977 se convirtió tres años después en un libro de 344 páginas, cuya lectura estaba vedada para cualquier persona ajena al periódico.

'Cosas que ahora parecen dadas, no lo eran entonces en absoluto', comenta Julio Alonso, el hombre a quien Cebrián designó como responsable del Libro de estilo. 'Una sección que se llamara Fe de errores era impensable en España. Había cosas que bajo el nombre de Fe de erratas solían atribuir los fallos del periodista a los duendes de la imprenta. Salían además cada vez en una página distinta, con lo cual se podían camuflar los errores'.

Julio Alonso trabaja como director de contenidos de una página de Internet y hace doce años que no tiene ningún vínculo laboral con EL PAÍS. 'Pero mis mejores años profesionales fueron aquellos en los que creamos el periódico. Todo era tan innovador, tan revolucionario... No sólo queríamos cambiar el periodismo, sino también el propio país'.

Para ese fin, el lenguaje era la

mejor arma. ¿Había que escribir Latinoamérica, Iberoamérica o Hispanoamérica? 'Con Franco era obligatorio Hispanoamérica o Iberoamérica si se incluía a Brasil', añade Alonso. 'En nuestro caso, después de un debate bastante intenso, Juan Luis Cebrián zanjó la discusión diciendo: 'Ellos se llaman a sí mismos latinoamericanos. Por tanto, escribamos Latinoamérica'.

'Hasta la salida de EL PAÍS', prosigue Alonso, 'los periódicos podían empezar una noticia diciendo: 'El Excelentísimo y Reverendísimo Obispo junto con el Magnífico Rector, fulano de tal, asistieron a una inauguración...'. Nosotros eliminamos todos los tratamientos. Incluso el don. Decidimos que el mismo trato corresponde a un catedrático que a su portero o a un delincuente. Pero había un problema: ¿qué hacer con los Reyes? Entonces decidimos que sólo cuando los citáramos con nombre propio pondríamos el don. Aquello resultó verdaderamente revolucionario entonces'.

'Había un latiguillo cuando nació EL PAÍS que lo usaban muchos periodistas: atribuir la información a 'fuentes fiables' o 'dignas de todo crédito', recuerda el director de EL PAÍS, Jesús Ceberio. El Libro dejó patente que es el lector quien debe contar con los elementos suficientes para valorar si la fuente es fiable o no'.

'EL PAÍS fue el primer periódico que firmaba con el nombre del periodista al principio de la noticia', relata Alonso. Y el primero que incluía la mancheta con los cargos de la Redacción. Hasta entonces sólo salía el director del periódico. Nosotros queríamos que se viera que un periódico es algo colectivo', concluye.

El testigo de Julio Alonso lo recogió en 1990 el periodista Álex Grijelmo, autor de El estilo del periodista, Defensa apasionada del idioma español y La seducción de las palabras. A Grijelmo correspondió la tarea de seguir puliendo el lenguaje.

La edición de 32 páginas de 1977 recogía 19 'términos dudosos' cuyo uso desaconsejaba. Se decía que 'masacre' es un galicismo y que la palabra correcta es 'matanza'. Distinguía entre 'israelita' (pueblo judío de la Biblia) e 'israelí' (relativo al Estado sionista de Israel) y proponía 'Oriente Próximo' en lugar de 'Oriente Medio'. Prueba de que a veces se siguen cometiendo los mismos errores es que, veintiséis años después, la última edición del Libro insiste en reprobar algunos de esos términos ya mal empleados desde 1977.

No obstante, el diario ha mejorado también en ese aspecto. Julio Alonso, el 18 de septiembre de 1978, escribió una nota a Juan Luis Cebrián que decía: 'En el periódico de ayer, domingo 17 de septiembre, se pueden contar hasta 259 infracciones del Libro de estilo'.

Y en medio de tantas correcciones, autocríticas y ampliaciones, de pronto un año el Libro salió de la Redacción hacia las librerías. Fue en 1990 por decisión del entonces director Joaquín Estefanía, actual director de Opinión.

'No se trató de una decisión repentina', rememora Estefanía. 'Hubo un gran debate interno. Pero era una época en que la prensa más escandalosa irrumpió en la intimidad de muchos personajes. Vimos que algunos medios, aunque no infringieran la ley, estaban violentando la libertad de expresión. Entonces decidimos dotarnos de un sello de calidad para que la gente supiera cómo se trabaja aquí. La publicación del Libro era y es como un contrato que firmamos con nuestros lectores', explica Estefanía.

Ni el propio Estefanía pudo imaginar que el Libro iba a alcanzar en menos de siete meses siete ediciones y 40.000 ejemplares vendidos. Y que en 12 años de andadura por las librerías superaría los 70.000 ejemplares, vendidos en España, Argentina, Chile, México y otros países de Latinoamérica.

Muchas cartas al director y al Defensor del Lector se escribieron a partir de entonces apelando a los principios del Libro. Los ministros, los consejeros delegados, los presidentes de Gobierno y de autonomías, y, por supuesto, sus jefes de prensa, ya podían acudir al Libro para reforzar su defensa.

'En la época en que yo ejercí de Defensor del Lector, que coincidió con la publicación del Libro de estilo en 1990', recuerda José Miguel Larraya, redactor jefe de la sección Domingo, 'hubo varios casos de gente que invocó el Libro porque no se habían contrastado fuentes'.

La gravedad de las consultas al

Defensor fue atemperándose con el tiempo. 'En los últimos años', señala el actual Defensor, Camilo Valdecantos, 'las quejas más numerosas corresponden a faltas ortográficas, al uso de anglicismos, al mal empleo de algunos verbos y de ciertas palabras'.

'Yo creo que hace años el periodista de EL PAÍS era mucho más consciente de la personalidad vanguardista del periódico', señala Grijelmo. 'No le importaba ser el único que escribía 'Yaser' Arafat en lugar de 'Yasir', y prefería escribir 'los problemas' aunque a todos los políticos les hubiera dado por decir 'la problemática'. Ahora el redactor no disfruta sintiéndose distinto. Deberíamos recuperar aquel espíritu. En esta edición hemos introducido más de cien términos informáticos del inglés con su alternativa en español. Aunque la Academia haya aceptado e-mail, nosotros preferimos cibermensaje. Pero el problema es que ahora un periodista se siente más cómodo escribiendo e-mail'.

Grijelmo asegura que la gran ventaja, en cuanto al lenguaje, es que esta edición 16ª del Libro de estilo se publica tras la aparición del nuevo Diccionario de la Academia. 'El Libro de estilo a veces opta por soluciones diferentes a las de la Academia. Pero no hay que olvidar que se trata de un libro de estilo, no de un diccionario ni de una gramática. Esto quiere decir que entre las muchas opciones que hay para escribir algo hemos escogido la que a nosotros nos ha parecido la mejor. Por ejemplo, en el diccionario de la Academia aparece ya la palabra esponsorizar, pero nosotros creemos que es de mal estilo usarla', añade Grijelmo.

El periódico ha contado para la última edición del Libro con el trabajo de la filóloga Clara Lázaro. Durante un año, Lázaro se encargaba de marcar con un rotulador rojo los errores más frecuentes de los periodistas.

'Es increíble cómo se repiten los mismos errores año tras año', señala Clara Lázaro. 'Hoy mismo [por el pasado 8 de mayo] en la primera página de EL PAÍS aparece un 'informó que' en vez de 'informó de que'. Y el verbo provocar no deja de usarse con el significado de causar'.

'Los periodistas seguirán fallando de la misma manera que un mecánico se manchará siempre las manos', arguye José Martínez de Sousa, autor del Diccionario de dudas, manual de Estilo de la lengua española y del libro de estilo del grupo Correo, que saldrá a las librerías próximamente. Si el libro de estilo influyera en el periodista al ciento por ciento, sería un fenómeno. Los que nos jactamos de conocer la gramática y de cumplirla, ni la conocemos ni la cumplimos'.

'El Libro de estilo de EL PAÍS es útil y efectivo. Tal vez tiene muchos menos fallos que otros. No es perfecto', señala Martínez de Sousa en referencia a las ediciones anteriores, 'para mí tiene defectos. Pero es mejor que los demás', sentencia.

Alberto Gómez Font, responsable del manual de estilo de la agencia Efe, conocido como Manual de español urgente, y publicado desde 1979, resalta lo que ha supuesto el Libro de EL PAÍS en la historia reciente del periodismo. 'A pesar de que es tan sólo un libro con reglas de carácter interno, tan correctas como lo puedan ser otras, mucha gente en España ha considerado el Libro de estilo de EL PAÍS como el libro de reglas que tienen que cumplirse para escribir bien. De todos los que han salido a las librerías, es el de mayor éxito'.

A pesar de los esfuerzos que hizo en su día Julio Alonso y en esta edición Álex Grijelmo y Clara Lázaro por adaptar los nombres árabes y rusos al castellano, Ceberio echa en falta un programa más ambicioso en la prensa española. 'Tendría sentido un proyecto en el que se involucraran la Academia Española y diversos medios, sobre todo escritos, para ponernos de acuerdo como en su día se hizo con el pinyin [en la página 425 del Libro se precisa que pinyin en chino significa 'unificación de sonidos', y que fue el 'sistema de escritura fonética del chino puesto en vigor por las autoridades de Pekín el 1 de enero de 1979 y destinado al exterior]. Un idioma como el castellano, que tiene una escritura tan fonética, bien merece un proyecto ambicioso'.

Pero a juicio del director de EL PAÍS, Jesús Ceberio, la parte principal del Libro de estilo no es la del diccionario ni la de los errores más frecuentes, sino la primera; aquélla donde se habla de los principios, las fuentes y los conflictos de intereses. 'Es la sección que ha ido cobrando más fuerza desde que el Libro se convirtió en una obra de circulación general', añade.

El director del periódico destaca dos puntos importantes en la nueva edición del Libro. Por un lado, en el apartado de conflictos e intereses, se precisa: 'En las informaciones relevantes de contenido económico o financiero referidas a cualquier empresa integrada o participada por el Grupo Prisa se hará constar que se trata del grupo editor de EL PAÍS'. Y además: 'Los periodistas de la sección de Economía deben comunicar a la dirección del periódico cualquier interés económico personal que pueda afectar significativamente a la tarea informativa que desempeñan'.

Pero la pregunta puede volver a plantearse: ¿por qué un libro de estilo, del que apenas se esperaba vender cinco mil ejemplares en 1990, va ya por la decimosexta edición? Tal vez la respuesta tenga algo que ver con el hecho de que tanto en las 32 páginas de la primera edición como en las 665 de que consta la última, de lo que en realidad se está hablando siempre es de los derechos del lector.

'Desde la publicación del Libro', señala Ceberio, 'los lectores se han convertido en nuestros vigilantes, y el Libro, con la ayuda del Defensor del Lector, ha sido una pieza clave para hacer de este medio lo que ahora es: un gran periódico. Los lectores nos están trazando los límites. Y el Libro ha contribuido a que sea cada vez más cierto eso de que los verdaderos dueños del periódico son los lectores', declara Ceberio.

No es un simple reclamo retórico.

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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