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Columna
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Ley de (presunta) Calidad, y II

En la Consejería de Educación, convertida a la fuerza en observatorio de meteoritos, ya andan calculando cómo va a ser el impacto. El de esa presuntuosa Ley con la que Pilarín del Castillo quiere meter en cintura a las autonomías, además de a los niños malos. Tan contentos como estaban en Torre Triana diseñando y calculando al céntimo las nuevas medidas para el curso próximo (aulas matinales, comedores, actividades de tarde, más cultura andaluza...), se alzó de pronto la voz del vigía estelar: ¡Que viene, que viene! Los altos cargos suspendieron sus tareas (si serán indolentes) y se pusieron a mirar, sobrecogidos, al cielo azul del crepúsculo de las ideologías, por donde mismo se alinean los planetas de Aznar, Oeste a la derecha. Uno nuevo, en efecto, parecía haberse instalado en el firmamento, con su brillo de hacha ineludible.

Pero dice el PP que no hay que preocuparse. Que la reforma de la reforma que ahora pretende el PSOE de Zapatero es mucho más cara; por ejemplo, eso de quitarle horas de clase a los profesores con más de 55 años (por cierto, a buenas horas). La de ellos, en cambio, es más económica, dado que 'la gran responsabilidad sobre inversión educativa es de las comunidades autónomas'. (Con la ayuda del vecino mató mi padre un cochino). Nueva filosofía de gobierno: yo ordeno, ustedes pagan.

Pero no sólo por eso es más barata. En honor a la verdad, hay que reconocer que casi todo está pensado para fastidiar a los alumnos, que total no votan, poniéndoles obstáculos por doquier y separándolos de las malas compañías lo antes posible, por su bien desde luego. Y eso apenas supone gasto. A los 12, te refuerzan. A los 13, te orientan. A los 14 te dividen: retrasados y pobres, al mundo laboral. A los 15, te itineran aunque no quieras: a apretar tornillos, o a hacer versos, o bata blanca. Y los centros, que vayan pensando en qué se van a especializar. (¿En qué se podrá especializar un centro cargado de inmigrantes, por ejemplo?) Los que no, a la calle, y ya pensaremos algo. Si suspendes más de dos asignaturas, repites. (Nada de valoración global, equipos educativos ni pamplinas de esas de pedagogos amanerados, rojos que es lo que son). Cuando termines el bachillerato, si sobrevives, una reválida. Y si te quedan fuerzas para optar a la universidad, otra. Qué te has creído.

Es verdad, nada de eso es caro. Es jodido, pero no es caro. Y con el dinero que me ahorro -o que me ponen las autonomías para hacer tribunales de reválida, etcétera- puedo extender las subvenciones a la Infantil de los centros privados, que es donde la gente de bien tiene que estar desde el principio. Finalmente, pero no lo último: a los ateos incorregibles se les obliga a estudiar valores cívicos, que a los creyentes no les hace falta. (Esto no es coña, lo dijo tal que así Íñigo Cavero, la voz del Gobierno en el programa de Iñaki Gabilondo, hace tres semanas). Y atención, que el emperador Bush ya anda pensando en segregar un poco más: los niños por un lado, las niñas por otro. No desesperen, que todo llegará. Ave María Purísima.

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