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Crítica:CRÍTICA | CLÁSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Piano del XX

Joanna MacGregor interpretó la obra de William Byrd (siglo XVI) y la de Thomas Adès (finales del XX) sin interrupción entre ellas. Acabó la primera parte enlazando también el Renacimiento tardío de John Dowland con los Harrison's Cloks de Birtwistle (1998). Y, entre ambos bloques, tres impresionantes estudios de Ligeti.

Esta estructuración del programa pudo deberse a la intención de subrayar paralelismos entre obras bien alejadas en el tiempo. Y, de hecho, funcionó bien. No sólo por la utilización del mismo instrumento -el piano-, al que se habían transcrito las composiciones renacentistas, sino por cierta afinidad expresiva que se hizo patente en la versión ofrecida. Si hubiera que objetar algo no sería el hecho de la unión, sino la selección de las parejas. Dowland también casaba estupendamente con Ligeti. Quizás mejor que con Birtwistle.

Ensems 2002

Joanna MacGregor, piano. Obras de William Byrd, Thomas Adès, György Ligeti, John Dowland y Harrison Birtwistle. Universidad de Valencia. 19 de mayo de 2002.

Los estudios de Ligeti fueron, en cualquier caso, un foco impresionante dentro del recital. Como la propia intérprete señalaba en el programa, se desmonta con ellos la idea de que el piano pertenece a un universo acabado ya. El compositor húngaro demostró así, en 1983, que es posible su cultivo dentro de una estética bien contemporánea, y que un código estrictamente pianístico -incluidas las habilidades mas virtuosísticas- puede integrarse en ópticas no ancladas en el XIX. La tremenda independencia de las manos y los ostinatos rítmicos acoplados a las posibilidades de cinco dedos sobre un teclado (Fanfarres), el juego de notas dobles para la mano derecha que exige saber cantar con los dedos más débiles (Rainbows), y los ritmos superpuestos de Autumn in Varsav, impedirían la interpretación de estas obras a cualquier pianista mediocre.

La segunda parte estuvo dedicada a lo que ya es todo un clásico del siglo XX: las Sonatas e Interludios de John Cage, para piano preparado. Escrita a poco de acabar la segunda guerra mundial, parece una ventana abierta hacia los diferentes universos por los que se interesaría la música posterior, y, a la vez, un compendio de determinadas herencias. En estas delicadas miniaturas se combinan las sonoridades, novedosas en su día, del piano preparado (tornillos, gomas de borrar, burlete y otros materiales estratégicamente colocados en algunas cuerdas) con el timbre tradicional del piano, inconfundible y cargado de poso. Encontramos también el perfume oriental, con presencia ya en la obra de Debussy y ampliado por Cage con resonancias de Balí, la concisión, la guerra a lo rimbombante, la integración del carácter percusivo del instrumento (siendo americano es difícil no asumir esa faceta), el trabajo de la dinámica en la gama del pianissimo, y hasta la búsqueda de efectos especiales que, electrónica en mano, cultivaría con gusto la industria cinematográfica. En definitiva: un destilado resumen del siglo XX que Joanna MacGregor plasmó con acierto sobre el teclado.

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