El salvoconducto de las inmigrantes
Cada vez más mujeres llegan a España en plena gestación, convencidas de que así es más fácil obtener permisos de residencia
Faith tiene 23 años, una barriga de ocho meses y siete días en España. Ésta ha sido su primera semana en Europa. La madrugada del domingo pasado, cuando su embarcación, en la que viajaban otras 53 personas, fue interceptada por la Guardia Civil en Tarifa (Cádiz), las 22 mujeres que había a bordo trataron de aferrarse a la humanidad de quienes ponían punto final a su viaje. Llevándose las manos a la tripa, gritaban: 'Baby, baby'. El truco sólo le sirvió a dos de ellas, las únicas embarazadas de verdad. Una es Faith. La otra, también nigeriana, está en el Hospital Punta Europa de Algeciras y dará a luz cualquiera de estos días.
Desde que comenzó el año, 13 mujeres embarazadas han llegado a las costas del Campo de Gibraltar, según las cifras que se manejan en la comandancia de la Guardia Civil de esta zona. Un dato que no dice mucho sin comparaciones.
'Piensan que el hijo es automáticamente español, y tampoco es así', dice una abogada
La primera es que, si se piensa que en todo el año pasado se atendieron 16 partos en el hospital Punta Europa, 13 son ya muchas. También si se tiene en cuenta que, desde enero hasta el pasado viernes, en este lado de la costa española, que soporta la mayor parte de la inmigración ilegal, sólo se han interceptado unos 1.000 inmigrantes -apenas un 25% de ellos son mujeres-, aún a gran distancia de los más de 12.000 que llegaron en 2000 o los casi 10.000 del año pasado.
'Este año la inmigración está floja', aseguran fuentes de la comandancia de la Guardia Civil de Algeciras. Quizás por el tiempo, que bien entrado mayo aún impide la navegación por el Estrecho; quizás porque desde el 11 de septiembre el movimiento de pateras es menor. Aunque ni lo uno ni lo otro impide que, como ha asegurado esta semana la Cruz Roja de Tarifa, en las costas de Marruecos 2.000 personas estén en espera de embarcarse.
Por eso, llama la atención que entre quienes consiguen cruzar haya cada vez más mujeres y, aun más, que se decidan a arriesgar su vida las que van a ser madres. 'Vienen muchas más, pero sobre todo aleccionadas de que es mejor que lo estén porque por sistema las van a traer aquí', asegura Cesáreo García, portavoz del Hospital Punta Europa. Y lo corrobora la trabajadora social del centro, Carmen Fernández Guerra: 'No están desorientadas cuando llegan. Saben que existe este hospital, que no se les ponen problemas si están embarazadas e incluso que hay un albergue donde se pueden quedar'.
También en Fuerteventura, el otro punto de presión inmigratoria, hay una percepción de que esto es así. Sin embargo, no se puede demostrar con cifras a escala nacional porque ni la Dirección General de la Policía, ni la de la Guardia Civil, ni la Delegación del Gobierno para la Inmigración las tienen sistematizadas.
'A la Cruz Roja nos llegan las que están de siete y ocho meses. Y cada vez hay más. Llegan en mal estado y las tenemos en una casa de acogida hasta que dan a luz. Entonces las enviamos a Las Palmas, a otro de nuestros alojamientos', explica por teléfono Gerardo Mesa, presidente de la organización en Fuerteventura.
No es sólo la atención sociosanitaria lo que buscan. Es sobre todo la posibilidad de tener un hijo nacido en España. 'Hay mucha desinformación. Muchas piensan que el hijo se convierte inmediatamente en español. Y tampoco es así. Es necesario un trámite y aun así todo se demora uno o dos meses', asegura Judith Tabares, abogada de la Asociación Iberoamericana para la Cooperación, el Desarrollo y los Derechos Humanos (Aicode).
La teoría es que el embarazo es una causa de exención de visado, si se interpreta el reglamento de la Ley de Extranjería, cuando dice que lo es la 'enfermedad o impedimento que requiera asistencia sanitaria'. Por este agujero de la red legal pasan las mujeres en estado y, una vez que han parido, tienen muchas posibilidades de que su hijo adquiera la nacionalidad. Y, si no, de todas formas, ya tienen un pie en Europa y unos meses que computan a la hora de pedir la residencia.
'No existe una norma específica que diga que es español todo el que ha nacido en España', sostiene Fernando Oliván, director del Aula de Inmigración del Colegio de Abogados de Madrid. 'Lo que hay es un cóctel de normas que configuran un status jurídico, derivado de la Constitución y los convenios internacionales. Esto lleva a que se establezca que, si un niño nace en España y carece de otra nacionalidad, automáticamente adquiere la española, porque no puede haber apátridas'.
Primero el niño ha de ser inscrito en el Registro Civil, como nacido en España de padres extranjeros. Luego, hay que demostrar que la legislación de los países de origen de los padres no atribuye directamente esa nacionalidad a su hijo. Esto ocurre en países como Marruecos, si la madre es marroquí pero el padre es desconocido; o en Colombia, Ecuador, Perú y la República Dominicana.
'En Colombia, además de ser hijo de padres colombianos, la Constitución exige haber vivido en el país. Si no, el hijo no es colombiano', indica la abogada Tabares. Todo hay que demostrarlo en una solicitud de declaración de la nacionalidad. Es decir, que las autoridades españolas, si piensan que no se acredita lo suficiente, pueden denegarlo.
Pero una vez que se obtiene la nacionalidad del hijo, los padres adquieren una serie de obligaciones que no pueden cumplir si no están en territorio español y, por eso, pueden pedir la exención de visado. 'Eso facilita optar a la residencia', añade Tabares.
La mayoría de las inmigrantes latinoamericanas que llegan a España embarazadas lo hacen con sus parejas. Por eso su manutención queda a cargo de la familia. Pero las inmigrantes africanas, las que llegan en patera, vienen frecuentemente solas.
'Dicen que sus maridos se quedan en Marruecos. Quién sabe si lo son o, incluso, si son los padres de los niños. El caso es que, después de parir, esperan aquí hasta que ellos llegan, o cuando las avisan de que están en Francia, Holanda o el Reino Unido', explica el padre Isidoro, de la orden de los Hermanos de la Cruz Blanca, que tiene en Algeciras (Cádiz) un albergue adonde van a parar todas las embarazadas o mujeres con niños que llegan a su costa. Allí las envía la propia Guardia Civil, una vez que intercepta las pateras, por 'humanidad', porque consideran que sus instalaciones no están habilitadas para ellos.
Mientras que los inmigrantes subsaharianos -los magrebíes se devuelven en 72 horas a su país- permanecen 13 o 14 horas en el instituto armado antes de que pasen bajo tutela policial, que es la que abre el expediente de expulsión (el papel que en la práctica les da libertad para esfumarse por toda la Península), las mujeres embarazadas van del hospital a la casa del padre Isidoro. En Fuerteventura, es la casa de acogida de la Cruz Roja.
Ellas, durante muchos meses, dependen exclusivamente de estas instituciones porque no pueden trabajar por el embarazo o porque tienen que cuidar de sus hijos. Dependen de la caridad.
La mayor preocupación de Faith en su primera semana en España ha sido encontrar dinero para llamar a su marido a Marruecos y decirle que ya ha llegado. 'Mi marido me ha pagado el viaje en patera. Cuando tenga a mi hijo, me darán mis papeles y él vendrá', dice muy convencida, en una mezcla de inglés, con palabras en francés y de algún dialecto africano.
Las mujeres que viven en el albergue -ahora hay seis- van rotando. Lo que tarden en llegar sus hombres, o en buscar trabajo.
Amina, de 28 años y con tres hijos, llegó hace medio año embarazada del último, que ahora tiene cinco meses. El resto de la familia, según cuenta, espera en Marruecos, donde ella también estuvo un año antes de embarcar. Mientras dura la conversación, saca un papel con un número de teléfono. Es su contacto para un trabajo en Málaga, recogiendo uvas. 'Dicen que cogen a mujeres con y sin papeles. Ayer llamé, pero la señora que responde no habla inglés y yo no hablo español. Si encuentro a alguien que la llame... a lo mejor me dan trabajo', dice esperanzada.
Suena el teléfono, pero al otro lado ya no responde nadie.
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