_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Gol

Ahora que vamos a tener que endeudarnos aún más para derribar el Teatro de Sagunto, les voy a contar un sucedido que tiene que ver con el patrimonio: Los Luceros es el típico rincón entrañable para los alicantinos de mi generación, escenario de las pequeñas pero importantes cosas que acontecieron durante los primeros años de nuestras vidas: las carreras alrededor de la fuente de Bañuls; los resbalones (y chapuzones involuntarios) contra el verdín; las citas adolescentes camino del cine o del guateque...

La plaza de los Luceros, saqueada arquitectónicamente, representa todavía una encrucijada clave, de paso entre el instituto y el puerto, entre el mercado y la estación, pero muy pocos parecen percibir el grave deterioro del conjunto escultórico.

Desde hace unos años, en este punto, a las dos de las tardes de Hogueras, atruenan los decibelios y estallan toneladas de pólvora. Por si fuera poco, en los tiempos en que la hinchada del Hércules tenía algo que celebrar, a la afición le dio por montarse a la grupa de los caballos por no ser menos que aquellos que se encaramaban a La Cibeles.

El otro día, miles de madridistas (Alicante, playa de Madrid, presume la autoridad) nos dieron la matraca nocturna botándose impunemente una vallita de papel de fumar con la que el Ayuntamiento, a lo que se ve, pretende proteger el monumento también en las ya cercanas mascletaes.

Pues venía yo ya contenta de mi otra ciudad, Valencia, en la que se ha construido un estadio monstruoso sin aparcamientos mientras la policía municipal no tiene tiempo para impedir que los coches invadan aceras y jardines y bloqueen al vecindario; en la que se vocifera por las calles hasta las tres de la madrugada de un día laborable.

El fútbol y los petardos pueden ser divertidos como afición. Como imposición suponen una auténtica tortura. Y más si, para remate, se te aparece en el telediario tu presidente de Gobierno con un ramillete de mandatarios, farfullando con su proverbial gracejo algo sobre que si le felicitan o no por la Copa. En fin, viva la inteligencia.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_