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ELECCIONES EN HOLANDA

El sustituto del líder asesinado culmina su difícil tarea

Isabel Ferrer

Sumida en una crisis interna desde la muerte de su líder, la Lista Pim Fortuyn ha decidido esperar hasta hoy para nombrar a un sucesor adecuado. Una difícil tarea para cualquier partido lastrada, en su caso, por otras bajas menos violentas pero significativas. El político ultraconservador se había rodeado de desconocidos, llamativos aspirantes como su número dos, João Varela, originario de Cabo Verde, y algunos amigos sin experiencia política. Formada a toda prisa, la Lista Pim Fortuyn era una agrupación unida en torno a un dirigente que 'hacía lo que decía y decía lo que pensaba'. De momento, la única decisión unánime que han conseguido tomar ha sido la de mantener la fecha de las elecciones. La razón aducida es que su jefe era un auténtico demócrata y no hubiera querido otra cosa.

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Junto al anuncio del sustituto de Fortuyn se espera también hoy la marcha de Peter Langendam, nuevo presidente del partido. En una demostración palpable de la falta de envergadura de los candidatos que tanto preocupaba a Wim Kok, primer ministro dimisionario, Langendam acusó en público a la izquierda nacional del asesinato de su líder y amigo. El exabrupto contrasta con el hermetismo de Varela, considerado al principio el relevo perfecto de Fortuyn. Pero el joven economista tampoco ha demostrado trazas de verdadero político. Criticado por sollozar en el funeral, un gesto que hubiera humanizado a cualquier colega más veterano, su candidatura parecía estar en dique seco.

¿Quién queda? A los electores que ayer votaron por la Lista Pim Fortuyn apenas les suenan un par de nombres. John Dost, el vicepresidente, es uno de los posibles candidatos junto con Albert de Booij, cofundador del partido. Sin olvidar a Mat Herben, portavoz y número seis de la candidatura. Todos recién llegados que, en algunos casos, sólo habían visto a Fortuyn un par de veces en su vida.

Socialista derrotado

Licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad de Amsterdam y ministro de Asuntos Sociales entre 1994 y 1998, el laborista Ad Melkert, de 46 años, era hasta hace unas semanas el heredero natural del primer ministro holandés saliente, Wim Kok.

Acostumbrado a los pasillos parlamentarios, su principal preocupación consistía en difuminar la sombra de su jefe, uno de los pocos políticos con talla de estadista hoy en los Países Bajos. El asesinato de Fortuyn ha cambiado de tal modo su suerte que anoche parecía más próximo a una renuncia que a regir el país. Sobre Melkert han recaído las mayores críticas de una sociedad todavía no repuesta de la violenta desaparición del líder ultraconservador.

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