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La rectificación ante la cuestión nacional

Hace unos días, la profesora Edurne Uriarte planteaba en un seminario desarrollado en la Fundación Pablo Iglesias la relación entre intelectuales y nacionalismo en la vida pública española de los últimos veinticinco años. En su conferencia, Edurne Uriarte se hacía eco del cambio de actitud registrable en la vida intelectual española ante la cuestión. En síntesis, la conferenciante señalaba el debilitamiento de las posiciones filonacionalistas de signo periférico en el mundo de la izquierda intelectual y el deslizamiento hacia lo que ella llamaba, de forma provisional, un 'neoconservadurismo' ante la cuestión perfilado en los últimos años. Con independencia de lo forzado de esta calificación para el proceso resultante de esta evolución, creo que Edurne Uriarte acertaba a la hora de identificar un cambio de actitud, acaso no tan tardío como ella parecía percibir, pero en todo caso visible en el momento actual.

Creo que tiene algún interés identificar las causas que explican esta modificación de perspectiva en la visión del tema en nuestra vida intelectual. En primer lugar, me parece que ha influido el hartazgo y la rebelión contra el terrorismo y, junto a ellos, el cansancio respecto a las actitudes de los nacionalismos periféricos que no han hecho justicia al cambio operado, desde la Constitución al día de hoy, en la planta política del Estado. Junto a este hartazgo, rebelión y cansancio, habría influido una recuperación de la historia liberal española y, dentro de ella, una revisión del nacionalismo político de signo español que ya no puede ser identificado por más tiempo con el discurso del nacional-catolicismo que dominó la vida del franquismo. Hoy tenemos una visión más acabada de lo que ha sido la historia de un complejo nacionalismo liberal-democrático español que nos lleva a ver con otros ojos la historia conjunta del problema nacional-regional de nuestro país. Los trabajos de J. Linz, J. P. Fusi, J. Álvarez Junco o J. Varela no serían sino las manifestaciones más destacadas de las investigaciones historiográficas y politológicas realizadas sobre el tema en los últimos años.

Igualmente, ha contribuido al cambio de actitud ante la cuestión el triunfo de una cosmovisión liberal-democrática que ha desplazado a viejas utopías de inspiración marxista de nuestra vida intelectual. La aceptación incondicionada del proceso de construcción europea y los cambios en la dinámica política internacional han terminado de explicar esta evolución en la visión del tema en el grueso de la vida intelectual española. Finalmente, el indudable éxito de la empresa española en estas últimas décadas ha contribuido a absorber las tentaciones secesionistas en un proyecto de conjunto. Se ha confirmado así la hipótesis orteguiana de que un Estado en buena ventura es capaz de integrar en una cosmovisión nacional de signo global lo que un Estado en crisis puede desunir.

En relación a este proceso hay que señalar, de entrada, la pervivencia, con carácter residual, de una vieja visión izquierdista de la cuestión. En los aledaños a Izquierda Unida y, en ocasiones, en algunos sectores próximos al PSOE, especialmente en los escenarios catalán y vasco, es detectable la presencia de un modo 'tradicional' de ver la cuestión, entendiendo por tradición unos hábitos político-intelectuales que no se remontan más allá de la lucha contra la dictadura y los inicios de la transición. Más significativa sería la presencia, más notable seguramente en Cataluña que en el País Vasco, de actitudes intelectuales ligadas a unos nacionalismos de base cultural interpretados como antagónicos con un proceso de aceptación de las lealtades de signo nacional a una realidad española abierta a la existencia de hechos nacionales y regionales en su seno y a un proceso de construcción europea.

En todo caso, la revisión intelectual de fondo en la vida española ha concluido en la aceptación compartida de una idea de patriotismo constitucional, entendida como el compromiso entre la revisión de la cuestión nacional en España y la existencia de un Estado de las Autonomías plenamente inserto en los procesos de acomodo de un nuevo orden internacional. El giro introducido por el Partido Popular en su visión del tema en su último Congreso, un giro importante en la tradición política de nuestra derecha, sale al encuentro de las transformaciones de unas actitudes intelectuales de izquierda, permitiendo un terreno de entendimiento de la política española ante una cuestión tan importante para la vida de nuestra democracia. Un entendimiento que no deja espacio a una disputa partidista por la iniciativa de la idea y su desarrollo.

En relación a la conferencia de Edurne Uriarte señalaba hace un momento mi discrepancia con la calificación de 'neoconservador' para dar cuenta del estado de opinión resultante del proceso. No encaja en la calificación la defensa del valor de la seguridad, como garantía fundamental de los derechos y libertades fundamentales. Tampoco encaja en la etiqueta la revisión histórica de la evaluación de los distintos actores nacionales en la vida española. Menos se ajusta a la calificación la lealtad a los valores que representa el Estado del Bienestar y el proceso de cambio en el orden internacional. Se trataría ante todo de un momento de reforzamiento del sistema democrático español que no sólo se proyectaría a la construcción del Estado, sino al soporte nacional flexible y plural que ese Estado necesita en los inicios del siglo XXI.

Creo, en todo caso, que estamos ante un proceso de rectificación intelectual plenamente eficaz y funcional para las necesidades actuales de la sociedad española. Se trata de un proceso que no es nuevo en la vida democrática española de los últimos años. Creo que los gobiernos socialistas, en ocasiones más con lo que hicieron que con lo que dijeron, colaboraron al mismo. Pero sin duda se trata de un proceso de rectificación que no se había expresado con la suficiente contundencia hasta el momento actual. Este proceso tiene hoy retos importantes. De entrada, su compatibilidad con el reconocimiento de las nacionalidades y regiones actualmente existentes en España y con el proceso de construcción europea. En segundo lugar, su encaje con las necesidades del pluriculturalismo puestas de manifiesto por los actuales movimientos de población. En última instancia, su acomodo dentro de un momento de globalización de la vida económica, cultural y política. Todo ello exige una sensibilidad por parte de ese proceso de rectificación que no podrá encontrar respuestas en un simple retorno al pasado. De aquí la necesidad de seguir reflexionando sobre el tema hasta encontrar el acomodo que exigen los nuevos tiempos. En esta labor estamos, pero todo hace pensar que la vida intelectual española ha encontrado el camino que habrá de llevarnos a una solución razonable de nuestro contencioso nacional.

Andrés de Blas Guerrero es catedrático de Teoría del Estado de la UNED.

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