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Columna
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Resonancias muy magnéticas

Es una asociación de ideas inmediata. Cada vez que oigo a algún responsable gubernamental atribuir el aumento de la delincuencia al crecimiento de la inmigración me acuerdo de un impactante cuento de Carlos Vitale. Se llama Descortesía del suicida y da título a un libro que reúne setenta y cinco relatos breves de este narrador argentino. Está ambientado en Barcelona y por su brevedad, no me resisto a reproducirlo: 'En la estación de Can Boixeres una mujer protestaba por la detención de los trenes. En la estación de Sants un hombre se había arrojado a las vías. En la estación de Can Boixeres una mujer protestaba por los constantes suicidios en las horas de máxima afluencia de público'.

No deja de ser sorprendente que en el asunto de la inmigración, como en tantos otros, los gobiernos se limiten a certificar los problemas como si fueran distantes médicos forenses de una realidad que les resulta ajena. Puede parecer ingenuo, pero se supone que a los gobiernos, con sus políticas, sus presupuestos, y sus maquinarias administrativas, más que la práctica de una especie de distante necropatía social, les correspondería el ejercicio de algún tipo de medicina mínimamente eficaz. Aunque tal vez y a la luz de lo que está pasando con la sanidad pública, el símil no sea el más conveniente, porque nos llevaría, a su vez, a metáforas un tanto lúgubres.

Porque si uno de los dos pilares sobre los que se asienta el estado del bienestar, como es la sanidad, apenas ha sido objeto de atención inversora en los últimos años, cabe pensar que se está poniendo en peligro el conjunto del edificio. Y lo paradójico es que esta situación se esté dando en unos años en los que se ha disparado la deuda de la Generalitat Valenciana. Según los datos del Banco de España, la deuda de la Generalitat ha crecido en un 8% en el último trimestre del pasado año y se sitúa en 6.520 millones de euros, lo que representa un 10,5 del PIB regional, casi el doble de la media estatal.

Por otra parte, tal como ha revelado Miguel Olivares en este periódico, estos aumentos contrastan con el recorte en las inversiones, ya que las sucesivas liquidaciones de los presupuestos de 1999, 2000 y 2001, ponen de manifiesto que se ha producido una reducción del 25% en este capítulo presupuestario. A casi seiscientos millones de euros, ascienden las inversiones inicialmente previstas en los presupuestos que no han sido finalmente ejecutadas.

¿Cómo es posible que durante estos años de bonanza económica, se haya disparado la deuda de la Generalitat mientras se han recortado las inversiones? ¿Qué ocurrirá cuando vengan mal dadas? Ahora, esos seiscientos millones de euros de los presupuestos del Consell, que no se han invertido, hubieran permitido -por ejemplo- acometer con garantías la renovación de la Ciudad Sanitaria La Fe, el hospital de referencia de toda la sanidad pública valenciana.

Mientras tanto, no parece representar ningún problema que se haya producido una desviación presupuestaria del 47% en el gasto en resonancias magnéticas. Claro que habría que añadir, que se trata de un servicio cuya prestación ha sido privatizada. Por eso se les debe de llamar magnéticas: las resonancias tienen, por lo visto, una gran capacidad de atracción, al menos, cuando son privatizadas. Tal vez el liberalismo no sea más que esto.

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