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LA CRÓNICA
Columna
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'San Schuman', en casa

Fueron cerca de cuatro minutos. Los que dura la sardana Casal d'Europa, compuesta por mosén Albert Taulé i Viñas e inspirada en el himno europeo. Con palabras grandilocuentes, se diría que, por un breve espacio de tiempo, Europa se hizo música. Pero para los ciudadanos que iban arriba y abajo por el paseo de Gràcia, a la altura de La Pedrera, pasadas las dos de la tarde de ayer, la cosa se redujo a una visión mucho más terrenal: un puñado de estudiantes de la Escuela Superior de Música de Cataluña intentando imponerse al ruido de los coches en una esquina.

No miraban hacia el edificio ondulado de Gaudí, sino hacia el inmueble de enfrente. En la nueva sede de la Comisión Europea y del Europarlamento en Barcelona, muchas, muchas cabezas se agolpaban en las ventanas para alcanzar a ver a los jóvenes músicos y para tratar de oír las mismas notas que sonaron ya en la frontera hispano-francesa el 5 de mayo de 1986, el año en el que España se adhirió al club supranacional comunitario, en un acto festivo entonces organizado por el Casal d'Europa de Sabadell.

'Los catalanes somos europeístas en estado puro, sin compensaciones', proclamó Carles Sentís

Algunas de las cabezas que se asomaban a las ventanas también confesaban necesitar un poco de aire. Y es que las salas y oficinas del interior no están acostumbradas a dar cabida a 340 personas. Con porte en general elegante, sólo ligeramente desfigurado al ver desfilar una bandeja cargada de canapés, las más de trescientas almas apiñadas en los metros cuadrados más europeos de la ciudad confesaban sufrir un cierto acaloramiento. En el Día de Europa, que se celebra el 9 de mayo en conmemoración de la declaración Schuman, Antoni Serra Ramoneda, presidente de Caixa Catalunya, rompió el hielo, por no decir el calor, verbalizando en público el sentir general: 'Estoy desconcertado. Hablamos de nuestro europeísmo, pero, por el calor de la sala, se diría que estamos en África'.

Ja, ja, ja. No fueron las únicas risas. Serra Ramoneda, encargado de presentar el libro Catalunya dins la Unió Europea: política, economia i societat, se marcó algún otro guiño a un auditorio que llevaba tiempo leyendo en la prensa que el Gobierno del PP quiere jubilar a los presidentes de las cajas que superen los 70 años. No es el caso de Serra Ramoneda, aunque le falta poco. 'Los periódicos hablan cada día de la edad que tengo', dijo, en plena evocación de los años en que los catalanes no perdían la moral cuando las puertas del Mercado Común se resistían a abrirse hacia el sur, bien entrenados por las ligas que se le escapaban al Barça.

Más risas. 'Este libro es impresentable'. Alguna carjacada. Sobre todo, entre los tres tenorios que le flanqueaban y que han coordinado este compendio de experiencias, en tono más o menos personal, sobre Cataluña y Europa: Miquel Àngel Sánchez Férriz, Francesc Granell y Víctor Pou. La impresentabilidad de la obra se basa en la ausencia de hilo conductor que una las más de setenta aportaciones que han vertido en ella desde funcionarios a ministros, pasando por catedráticos, eurodiputados y periodistas, entre otros, más allá de hablar sobre Europa. Buena parte de los coautores, la mayoría con un pie en Bruselas, si no con los dos, se dio cita frente a La Pedrera. Algunos buscaban desesperadamente un ejemplar del libro que habían contribuido a escribir y que aún no habían podido tocar, mientras los anfitriones, Josep Coll, director de la Representación de la Comisión Europea en Barcelona, y, por la protocolaria razón del cargo, Joan Colom, vicepresidente del Parlamento Europeo, iban de corrillo en corrillo recibiendo felicitaciones por el éxito del acto y hasta por la nueva sede, en la que al final se colaron algunos espontáneos, atraídos por la música de mosén Taulé.

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La concentración de personajes vital e intelectualmente comunitarizados -Carles Gasòliba, Concepció Ferrer, Joan Majó, Casimir Dalmau, Elvira Serra... imposible, mil perdones, citar siquiera a un grupo con ánimo representativo- encajó con emoción el discurso introductorio de Carles Sentís, que exaltó el europeísmo de Barcelona y de los catalanes. 'Somos europeístas en estado puro, sin compensaciones', subrayó el presidente de la Fundación Centre Internacional de Premsa de Barcelona, en alusión a las limitaciones de la presencia de Cataluña en el entramado de decisiones comunitario. Sentís recordó el 'ya estamos en casa' de Jordi Pujol cuando España ingresó en la Unión Europea, confesó haber conocido en París a Robert Schuman, con quien nunca habló sobre Europa, y recordó al fallecido Ernest Udina, que tuvo el privilegio de ser corresponsal en Bruselas.

Y sin embargo, la euforia europeísta circulaba por las salas como si el personal cosido por la idea de Europa quisiera aprovechar el día de San Schuman para remover en el baúl de los recuerdos. 'Sí, soy muy pesimista. ¿Dónde están hoy los líderes?', se preguntaba la eurodiputada Concepció Ferrer. Los menos pesimistas hablaban de 'realismo' en un club que nació para pasar página a la confrontación franco-alemana y donde, pese a la envergadura del próximo abrazo a los países del Este, es posible el gancho electoral de actores como Silvio Berlusconi o, salvando las distancias, Jean-Marie Le Pen. Mientras, Granell se echaba las manos a la cabeza por la aleatoria encuesta de calle con que se había desayunado en un programa de TV-3 en el que se presentaba a los catalanes de hoy de espaldas a la UE.

Pese a los celebrados logros concretos del invento -el euro y los acuerdos de Schengen para la libre circulación de personas, los primeros que siempre se ponen en la punta de la lengua- y pese a los festejos oficiales en el Ayuntamiento de Barcelona y en el Palau de la Generalitat con la presencia del ex presidente de la Comisión Europea Gaston Thorn -donde el Patronat Català pro Europa hizo entrega de sus 14 becas de integración europea, dotadas con 13.000 euros, - Europa, en el día de San Schuman, parecía triste.

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