Humanizar la tecnología para el consumo
Inventar, innovar continuamente, sirve para poco si luego el consumidor no acepta el producto. Hasta hace poco a la aceptación social de una nueva tecnología o un nuevo aparato se llegaba por la vía de la prueba y el error. Ahora, se trata de evitar costosos fracasos en la implantación de alta tecnología aplicando sociología y prospectiva, el análisis cultural y los ensayos en condiciones controladas. Se intenta adaptar la técnica a los seres humanos en vez de intentar que éstos se adapten a los avances tecnológicos; algo muy fácil de enunciar y muy difícil de hacer, como reconocieron los expertos en la presentación de una de estas experiencias, el Homelab o Laboratorio Doméstico que ha puesto en marcha la empresa Philips en su central de Eindhoven (Holanda).
El mayor campo de experimentación es lógicamente el más activo en innovación, el de la electrónica y la informática, y el concepto de moda es la inteligencia ambiental, algo así como la inteligencia artificial aplicada al consumo. Fuera las cajas y los botones (los ordenadores, las pantallas y demás) y bienvenidos los sensores, los interfaces humanizados parar dar lugar a ambientes electrónicos sensibles a las necesidades personales. 'Los ordenadores no son amigables', aseguró Rodney Brooks, director del prestigioso Laboratorio de Inteligencia Artificial del MIT. En su proyecto Oxygen la comunicación y el proceso de datos están descentralizados; se basa en terminales portátiles anónimos que reconocen al usuario y se apoyan en redes seguras a través de las cuales se puede, por ejemplo, localizar a las personas o transmitir dibujos, acercándose a cómo funcionan naturalmente los humanos. El reconocimiento y síntesis de voz, considerado muchas veces el interfaz ideal, no es tan natural, señalan los expertos, ya que las personas no suelen hablar a las cosas. Los sensores de visión y de situación parecen tener más futuro.
El problema de hacer que la tecnología de la sociedad de la información sea aceptada por el consumidor preocupa a la Unión Europea, por sus repercusiones sobre la productividad y la innovación, explicó el comisario europeo Erkki Liikane. 'A veces nos olvidamos de los usuarios', reconoció y recordó que en el VI Programa Marco de Investigación, ahora en preparación, se van a destinar 3.800 millones de euros a la sociedad de la información. Entre los proyectos de investigación del anterior programa marco están algunos de los puestos en marcha en este campo de la inteligencia ambiental por Philips, que destinó en 2001 2.800 millones de euros a investigación y desarrollo (frente a 2.500 en 2000) a pesar de haber sido el peor año en resultados económicos en toda su centenaria historia, que comenzó con la bombilla en 1891. 'Una inversión para el futuro', en palabras de su presidente, Gerard Kleisterlee, quien también reconoció que disponen de muchas más soluciones tecnológicas -de presentación, almacenamiento, conectividad, imagen- que aplicaciones en que utilizarlas.
De ahí la necesidad de centros de experimentación como el Homelab, que puede albergar durante semanas o meses a personas que ensayarán lo que los diseñadores producen, como pantallas portátiles conectadas sin cables a pantallas gigantes para ver fotos o programas, mesas Internet, analizadores del ejercicio físico, o espejos pantalla en el cuarto de baño. Cosas que tardarán en llegar o no llegarán nunca a la vida cotidiana, donde el consumidor manda y lo importante es que la relación con la tecnología sea satisfactoria, según el análisis de Stefano Marzano, diseñador jefe de la empresa.
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