Álvaro Delclaux confirma que pagó mil millones de pesetas para liberar a su hijo
Álvaro Delclaux Barrenechea declaró ayer ante el tribunal de la Audiencia Nacional que juzga el secuestro de su hijo Cosme que ETA le reclamó un mes después, 'en una cartita muy mona', 2.500 millones de pesetas (más de 15 millones de euros) por la liberación del secuestrado, pero que finalmente pagó 1.000 millones (más de 6 millones de euros), en dos entregas, en abril y mayo de 1997. El BBV le ayudó a conseguir los billetes para pagar en metálico. La Audiencia juzga a los presuntos etarras José Ramada Estévez y Sagrario Ioldi Mujika por su supuesta intervención en el secuestro de Cosme Delclaux el 11 de noviembre de 1996, que permaneció recluido en un zulo de 3,5 metros de largo, 1,2 metros de ancho y 1,9 metros de alto durante 232 días. El fiscal pide para ambos 15 años de prisión y multa de 120.000 euros.
Ni el fiscal, ni el abogado de la Asociación de Víctimas del Terrorismo, ni la defensa de los dos acusados preguntaron a Álvaro Delclaux si los 1.000 millones de pesetas constituían toda la cantidad acordada para el rescate, o si se habían pactado 1.500 millones, de los que sólo se habrían abonado las dos terceras partes, como se especuló en su momento.
ETA aseguró en un comunicado del 11 de agosto de 2000 que fue la falta del pago del tercer plazo lo que motivó la colocación de dos coches bomba en las proximidades del domicilio de los Delclaux en el barrio de Neguri, en Getxo (Vizcaya). 'No han cumplido con lo acordado con ETA', dice el comunicado.
Álvaro Delclaux y sus hijos Cosme y Álvaro -éste encargado de la entrega del dinero en un aparcamiento de Irún (Guipúzcoa) al que acudió en un coche alquilado- declararon tras una cortina para evitar que el público viese su aspecto, al entender que siguen amenazados por ETA.
Cosme Delclaux relató cómo dos etarras le encañonaron a la salida de su oficina en el Parque Tecnológico de Zamudio y tras inyectarle un somnífero lo trasladaron en su propio coche a otro lugar, donde cambiaron de coche, le introdujeron en el maletero y fue conducido hasta el zulo donde pasó todo su cautiverio.
El secuestrado explicó que durante los 232 días tuvo sobre su cabeza dos altavoces que emitían ruido, como el de una emisora mal sintonizada, con la finalidad de que no pudiera oír nada del exterior y luego identificase el lugar en el que se encontraba.
El agujero no tenía ventilación y sus rutinas incluían la lectura del diario Egin, -cerrado por orden del juez Garzón- que le pasaban con varios días de retraso y con algunas noticias censuradas.
Respecto a las consecuencias psicológicas, Cosme Delclaux afirmó que el secuestro le ha cambiado, le ha hecho valorar algunas cosas y que se lo ha tomado como 'una experiencia que hay que superar'. 'Hay gente que no lo supera. Yo estoy en ello. No lo estoy pasando bien', puntualizó.
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