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Columna
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Orientalismo

Apiadada de sus funcionarios de la rama de educación, la Junta va a emprender una iniciativa que a falta de un adjetivo más idóneo podríamos tildar de singular, a saber: se va a dedicar a instruir a los profesores en técnicas de relajación orientales como el yoga, el tai chi y otros para tratar de erradicar los inconvenientes que se desprenden de su labor docente. Existen ya grupos en Málaga que siguen cursos de un asunto desconocido llamado Chi Don, y que, al parecer, les sirve para vencer la ansiedad y el estrés. En un reciente reportaje televisivo vi a estos profesionales sentarse a unos hermosos bancos de madera en mitad de la campiña, rodeados de adelfas, arbolitos y césped, relajados y felices fuera de sus aulas, mientras escuchaban a un individuo que les explicaba la importancia de saber dosificar la respiración. Cuando preguntaban a algunos de los asistentes al curso por el motivo de su conversión al orientalismo, las respuestas no solían variar demasiado: la angustia que les provocaba el desempeño diario de sus funciones no les dejaba más salida; a la violencia en los centros, la indiferencia y la incuria del alumnado y la alevosía de los padres había que sumar la escasa gratificación social que el maestro padece. Siempre que se habla de problemas educativos, siempre que saltan a los periódicos palabras desagradables como fracaso, desmotivación, indisciplina, la cadena se quiebra por el mismo eslabón: el profesor tutor es culpable de que el niño no se interese lo suficiente por los estudios, el profesor tutor causa los suspensos inmotivados del alumno, el profesor tutor no permite que la criatura dé muestras de sus aptitudes y aspire a mejores calificaciones. Me parece natural que los pobres maestros (hoy ya son todos maestros, la diferencia entre primaria, secundaria y bachillerato ha dejado de existir) contemplen con horror contenido la llegada de nuevas reformas, contrarreformas, leyes de calidad y planes de humanidades: pueden estar seguros de que todo el peso va a caer sobre ellos, de que la cosa va a seguir exactamente igual que antes sólo que tendrán que dedicar más tiempo, esfuerzo y paciencia a rellenar informes inútiles, entrevistarse con pedagogos y diseñar reuniones de departamento o grupos de trabajo cuya eficiencia está a la vista.

Dudo que el presupuesto que la Junta va a dedicar al yoga y al tai chi supere al de los gastos en desplazamientos oficiales, pero por escaso que sea estará mejor invertido arrancando la raíz del problema en vez de sus tallos: una Administración que trata como ganado a sus funcionarios, que les niega el capital necesario para llevar a cabo una educación de calidad, que les obliga a impartir enseñanzas y realizar cometidos que sus currículos no les permiten, no puede subsanar sus desmanes de un modo tan grosero y tan ridículo. Puede que la depauperación del sistema educativo vaya pareja a un empeoramiento de las condiciones sociales del adolescente, a una pérdida de valores apocalíptica y todo lo que queramos, pero el Estado y sus planes difícilmente ayudan a restañar la situación de crisis. El maestro no puede enfrentarse solo a todo porque ni su tiempo ni su dinero ni su esfuerzo le pertenecen: y el abismal sentimiento de derrota que acompaña su soledad no se resuelve dándole cursos de Hari Krisna.

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