Chirac, a por todas
Arropado por el 82,21% de los sufragios depositados el domingo, el reelegido presidente francés, Jacques Chirac, no ha perdido el tiempo y ayer mismo nombró nuevo primer ministro a Jean-Pierre Raffarin, un liberal de 53 años que durante la campaña electoral se presentó como apóstol de 'la Francia de abajo' frente a la de las élites. Raffarin, encargado de formar un Gobierno para preparar las legislativas del 9 y 16 de junio, no es un enarca (salido de la egregia Escuela Nacional de Administración). Chirac ha huido también de la tentación de elegir a un peso pesado de su propio partido, el gaullista RPR (Unión por la República), una señal de que quiere acudir a las legislativas a por todas, como unificador, para poner fin a la cohabitación con un Gobierno de distinto signo y situarse como el presidente de todos. Pero en las legislativas, a diferencia de la segunda vuelta de las presidenciales frente al extremista Le Pen, volverá la confrontación entre izquierda y centro-derecha.
Lionel Jospin, el gran derrotado al que Le Pen sacó de la segunda vuelta, cumplió ayer con su palabra y acudió al palacio del Elíseo para presentar su dimisión y retirarse de la vida política. Triste sino para un hombre que rescató a un Partido Socialista postrado en el posmitterrandismo y le condujo a una victoria en 1997 al frente de una izquierda plural. Su gestión ha tenido éxito, mezclando reformas con ortodoxia, favoreciendo el consumo y un ligero aumento del gasto público. Si por algo pasará a la historia es por la introducción de la jornada semanal de 35 horas.
Nada obligaba a Jospin a dimitir. Podía haber esperado al 16 de junio, y mantenido su Gobierno en funciones, en vez de entregárselo a Chirac y hacer pasar a la izquierda, mayoritaria en la Asamblea Nacional, por el mal trago de tener que aprobar un nuevo Ejecutivo favorable al presidente, aunque éste se presente ahora como un integrador. Su gesto le honra, y debe servir para que la izquierda acelere su renovación de nombres y programa. De hecho, diversos partidos de la izquierda plural están ya diseñando estrategias de unión de cara a los comicios de junio.
Los resultados finales indican que la movilización popular en favor de Chirac, en realidad un plebiscito sobre los valores republicanos, ha logrado frenar a la extrema derecha en los cinco millones y medio de votos, ligeramente por encima de los que sumaron Le Pen y Megret en la primera vuelta de las presidenciales. La extrema derecha parece así haber tocado techo, pero con un preocupante 18%. El peligro es que la derecha trate de ganar algunos de esos votos incorporando parte de su mensaje. Se equivocaría Chirac si no interpretara que el inmenso capital que le ha dado una aplastante mayoría de los franceses es precisamente para detener el ascenso de una extrema derecha incompatible con los valores esenciales de la República.
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