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Columna
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Coyuntura

El panorama no puede ser más alentador. El Consell aprueba un decreto de requisito lingüístico que, no es que no se parezca en nada al que había pactado la víspera con los sindicatos de la enseñanza ni a lo que habían prometido Zaplana y Tarancón a bombo y platillo, sino que constituye otra coartada envuelta en el viejo trapo del anticatalanismo. Con la normalización del valenciano (al reducir la exigencia de su conocimiento sólo a los que se incorporan por primera vez a la docencia) ha hecho el Ejecutivo, en materia tan sensible, lo que suele hacer Rafael Blasco en Bienestar Social: normas que proclaman una utilidad cuyos efectos prácticos son nulos. Es la política del escaparate y la trapacería, que tantos dividendos aporta a la derecha en el poder. Por ejemplo, cuando argumenta la amplia disponibilidad de espacios de exposiciones dedicados a la vanguardia y el arte contemporáneo en Valencia como excusa para cerrar el Centre del Carme del IVAM y el ciudadano se topa en uno de ellos, las Atarazanas, con el espectro de Josemaría Escrivá de Balaguer sin saber muy bien si se trata de un happening, de una performance, de una instalación inequívocamente vanguardista o de una nueva tomadura de pelo popular. Tal vez tenga que ver tanta comedia con la concepción de la política como una permanente coyuntura. La madrugada del sábado, en una inefable entrevista de Julián Lago en Canal 9 al presidente de la Generalitá, Eduardo Zaplana lo explicaba con cara de buen chico: la política es una dedicación coyuntural que uno ha de estar dispuesto a abandonar. Lo volvió a repetir horas después ante las juventudes del partido en ese edificio de convenciones disfrazado de Museo de las Ciencias que Santiago Calatrava construyó en el viejo cauce del Turia: 'Se ha producido una devaluación de la vida política propiciada por la actuación de algunas personas que creen que esta es una forma de medrar personalmente...'. Con el caso Naseiro, la tránsfuga Maruja Sánchez, el asesor Jaime Morey, el ex consejero Luis Fernando Cartagena y un empresario como Ángel Fenoll a las espaldas, Zaplana acusó de 'semifascista' a la oposición y afirmó que las tramas de corrupción nunca han afectado al PP. Como dice el refrán: 'sempre parla qui més ha de callar'.

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