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Crítica:EL LIBRO DE LA SEMANA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

(Ahora sí) física para lectores

Javier Sampedro

Albert Einstein dejó dicho: 'Las cosas deberían explicarse de modo tan sencillo como sea posible, pero no más'. La frase capta a la perfección el gran dilema al que se enfrenta cualquier escritor científico. La ciencia, tal y como la manejan sus cultivadores profesionales, es incomprensible para una persona inteligente que no esté especializada en el campo en cuestión. La labor del divulgador es superar esa barrera mediante la simplificación, la metáfora y la traducción de las inextricables jergas científicas al lenguaje de los humanos, pero el escritor se expone en el proceso a convertir su disciplina en una burda caricatura que no capte su núcleo intelectual. Si esto constituye un problema general de la divulgación científica, su aplicación a la física contemporánea alcanza dimensiones abrumadoras, como pudieron comprobar, muy a su pesar, muchos lectores de Historia del tiempo, el libro publicado en 1988 por el gran físico de Cambridge Stephen Hawking: un éxito tan absoluto en ventas como relativo en lecturas. En aquella ocasión, Hawking no había previsto que iba a vender un millón de ejemplares, y por tanto no apuró al límite el consejo de su ídolo Albert Einstein. Catorce años después, el gran cerebro enjaulado en un cuerpo cruel nos ofrece su nuevo y deslumbrante intento: El universo en una cáscara de nuez (Crítica). Los frustrados (o semifrustrados) lectores de su anterior libro tienen ahora una excelente oportunidad de ajustar cuentas con el autor. Hawking -esta vez sí- ha presentado la enigmática y fascinante física de nuestros días del modo más sencillo posible. Muchos físicos profesionales pensarán que su exposición es incluso más sencilla de lo posible, contra la segunda parte del consejo de Einstein, pero yo no creo que el lector general necesite preocuparse por esos previsibles excesos de celo. Hay otros libros de divulgación física, muchos otros, pero éste es el que mejor puede aspirar a convertirse en el portal que da acceso a todos ellos. Hawking ha elegido esta vez un tono vigoroso, nítido y conciso, pero también ligero y bienhumorado. Vean un ejemplo, tomado de su exposición de la relatividad especial de Einstein: 'Si quisiéramos vivir más tiempo, deberíamos mantenernos volando hacia el Este, de manera que la velocidad del avión se sumara a la de la rotación terrestre. Sin embargo, la pequeña fracción de segundo que ganaríamos así, la perderíamos de sobra por culpa de la alimentación servida en los aviones'. Consciente de que gran parte de los lectores de Historia del tiempo se quedaron atascados en las primeras páginas, Hawking ha dotado a su nuevo libro de una arquitectura innovadora. Los dos primeros capítulos constituyen un tronco en el que se exponen, con admirable claridad, las tres grandes contribuciones de Einstein al pensamiento del siglo XX: la relatividad especial (sin escatimar la más célebre ecuación de la historia, E=mc2), la relatividad general (¿qué quiere decir que el espaciotiempo es curvo?) y su crucial contribución de 1905 a la mecánica cuántica. Como estas tres ideas de Einstein conforman los cimientos de la física actual, tras esos dos primeros capítulos el libro abandona la convencional estructura lineal para convertirse en un árbol: cualquiera de sus otros cinco capítulos puede leerse de forma aislada, y cualquiera puede introducir al lector en los profundos, poéticos y enigmáticos meandros de la física de los últimos 15 años, unas aventuras intelectuales en las que Hawking ha estado implicado profesionalmente, y de las que logra transmitir no sólo las líneas conceptuales básicas, sino también el vértigo de sus abismos, las fantasmagóricas raíces de su increíble realidad. El espectacular esfuerzo gráfico de los ilustradores del libro es una contribución esencial a su claridad, y seguramente también a su atractivo para los lectores más jóvenes. Es difícil encontrar una sola página que no contenga una excelente ilustración y, de hecho, la contemplación ordenada de estos cerca de doscientos dibujos constituye una lectura alternativa perfectamente viable. ¿Sabía usted que el universo tiene múltiples historias? ¿Podría una civilización avanzada retroceder en el tiempo y cambiar el pasado? ¿Será nuestro futuro como Star Trek? ¿No somos más que hologramas? Si no quiere conocer las respuestas, no compre el libro: esta vez no tendrá excusa para no leerlo.

EL UNIVERSO EN UNA CÁSCARA DE NUEZ

Stephen Hawking Traducción de David Jou Crítica. Barcelona, 2002 224 páginas. 23 euros

Sesenta años y subiendo

EL PASADO 8 de enero, Stephen Hawking cumplió 60 años. Ninguno de sus médicos esperaba que alcanzara esa edad. Hawking era un veinteañero recién licenciado en física y matemáticas por la Universidad de Oxford cuando le fue diagnosticada una esclerosis lateral amiotrófica, una enfermedad incurable que poco a poco fue desconectando su sistema nervioso de sus músculos. Durante el resto de su vida, el ordenador de su silla de ruedas ha sido su única forma de comunicarse con el mundo. Su cerebro, sin embargo, sigue sin tener el más mínimo problema para comunicarse con el universo. Hawking es uno de los físicos teóricos contemporáneos más brillantes, y ha construido la mayor parte de su trabajo elevándose sobre los hombros de dos gigantes: Albert Einstein y Richard Feynman. Para acabar de redondear la faena, está al frente de la cátedra que Isaac Newton ocupó en Cambridge, una ciudad donde no es difícil verle comprando un libro o un disco en la apabullante librería Heffer's. El esfuerzo que este gran científico ha hecho para explicar atractiva y claramente algunas de las cuestiones más dificultosas de la ciencia contemporánea es digno de todo elogio. Ojalá su voluntad de comunicación se convirtiera en un modelo para todos los científicos de prestigio. La ciencia no perdería nada con ello. La única perjudicada sería la nefasta barrera de incomprensión que sigue aislando a la sociedad de algunos de sus más valiosos intelectuales. J. S.

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