Mayorías y culturas
Colocándose ya desde el título de su ensayo en la posición de quienes arremeten contra la banalidad que impregna la mayor parte de las manifestaciones sociales desde hace más de una década, Peter Sloterdijk intenta desentrañar en El desprecio de las masas las razones que explicarían uno de los fenómenos más característicos de nuestro tiempo: el culto a la vulgaridad. Para Sloterdijk, la reflexión acerca de cómo y por qué se produce la paradoja de que los ciudadanos normales parezcan hoy más dispuestos que nunca a idolatrar la normalidad que advierten en otros, exige advertir, en primer término, la transformación operada en la idea misma de masa. Mientras que en época de Canetti ésta aparecía 'repleta de gente, densa, violenta, tendente a confluir y a estallar', la ubicua presencia de los medios de comunicación ha provocado que hoy, por el contrario, la masa se muestre desierta. Para pertenecer a ella, los individuos no necesitan ya comparecer, estar presentes, sino sencillamente abandonarse a 'aquellos programas generales en los que se presupone de antemano su condición masiva y vulgar'.
EL DESPRECIO DE LAS MASAS
Peter Sloterdijk Traducción de Germán Cano Pre-Textos. Valencia, 2002 108 páginas. 9,03 euros
Es en el interior de esta ma-
sa de algún modo vacía, compuesta de partículas aisladas pero que mantienen fija su atención sobre un mismo punto, donde se situaría una lucha -que Sloterdijk considera cultural- entre la 'comunicación vertical' y 'la comunicación horizontal'. Esto es, entre quienes se dirigen a la mayoría proponiéndole un programa de esfuerzo y superación -lo que, desde otra perspectiva, no deja de ser una 'ofensa', puesto que presupone la existencia de diferentes grados de excelencia entre los individuos-, y quienes optan 'por adularla y seducirla', por convertirla en el criterio último del valor. Este segundo camino es el que conduciría, siempre según Sloterdijk, 'al descubrimiento de la masa', a su autoafirmación, que es tanto como decir a 'la elevación de lo exento de interés al rango de lo interesante'. Consumada esta exaltación de lo banal, la cultura de masas no puede tener entonces otro propósito que el de 'llevar a un primer plano objetos y personas triviales'. Pero, además, la cultura de masas acaba provocando la indefensión de las sociedades contemporáneas ante las exigencias de 'nuevos colectivos' que, estimulados por el clima general de autoafirmación y de autoestima, 'se atreven a poner sobre el tapete sus propias exigencias de reconocimiento'.
Frente a este panorama que conduce
a una jibarización inexorable de las diversas
manifestaciones sociales, desde el arte hasta la política, Sloterdijk sugiere una fórmula tal vez inspirada por el marxismo, en la que parecen resonar los ecos de la undécima tesis de Feuerbach: 'Hasta ahora', escribe Sloterdijk, 'los filósofos sólo han halagado de maneras diferentes a la sociedad; es hora de provocarla'. Entre los diversos problemas que debería sortear este programa, Sloterdijk se refiere de manera incidental, aunque sin duda iluminadora y contundente, a la situación de la crítica, cuyo 'papel conformista' considera sencillamente 'desesperante'. Desde el momento en que ésta acepta como criterio último de valor todo lo que aprecia la mayoría, su reconocimiento y sus elogios no podrán ir nunca dirigidos hacia 'lo realmente singular', sino hacia lo vulgar y adocenado. De ahí que Sloterdijk no vea otra salida 'para no seguir desmoralizándose' que retornar al concepto de cultura como excelencia, que 'provocar a la masa que está dentro de nosotros y tomar partido contra ella'.
Manteniendo un alto gradode abstracción en todas y cada una de las páginas de su ensayo, Sloterdijk consigue, sin embargo, entrar de lleno en algunos de los principales debates que sacuden a las sociedades contemporáneas. En este sentido, Sloterdijk no habla específicamente de la situación de nuestras democracias, pero gran parte de lo que dice parece aplicarse a ellas; tampoco se refiere expresamente a los problemas derivados de la inmigración, pero sus reflexiones no dejan en buena medida de iluminar algunos de sus aspectos esenciales; y otro tanto cabría decir acerca del nacionalismo o del reconocimiento que exigen grupos sociales de cualquier naturaleza. Tal vez el principal hallazgo de El desprecio de las masas no se encuentre entre las reflexiones que contiene, sino en su implícito punto de partida: es en la definición de los conceptos de mayoría y de cultura, así como en la relación entre ambos, donde nuestras sociedades podrían estar jugándose su futuro.
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