Creer y comprender
Creer y comprender fue el título que R. Bultmann dio a su genial colección de ensayos. En realidad, toda la tradición cristiana aspiró, desde sus comienzos, a unir estos dos verbos. También Jesús y Pablo. Ninguno de ellos se ahorró las buenas razones, la argumentación. Ambos invitaron a creer y comprender. No les hubiera bastado lo que K. Jaspers ha llamado 'advokatorisches Denken', es decir, un pensar emocional, invocatorio, puramente retórico. La meta fue siempre la fe vivida y pensada, la esperanza plausible y razonada.
A la larga resultó decisivo el orden en el que se escribían ambos verbos. La preferencia por el 'creer' supuso muchos desaires para la inteligencia y el progreso científico; la opción por el 'comprender' olvidó que la sombra de la creencia es alargada y no se deja borrar fácilmente. Surgió así lo que Hegel llamó la 'grieta' entre fe y razón, entre religión y filosofía. Kant dejó dicho que 'una religión que, de forma irreflexiva, declare la guerra a la razón no podrá, a la larga, salir victoriosa'. El aviso llegó tarde y no sirvió de mucho. Antes y después de Kant la razón y la fe, Atenas y Jerusalén, libraron duros combates. Un hermanamiento total es imposible; pero una convivencia pacífica sería deseable.
RAZONES Y SINRAZONES DE LA CREENCIA RELIGIOSA
Juan A. Estrada Trotta. Madrid, 2001 221 páginas. 14 euros
El libro de Estrada constituye un notable esfuerzo en la buena dirección. Es un intento de mediación entre la 'fe sentida' (Schleiermacher) y la 'fe pensada' (Hegel). No es la primera vez que Estrada, profesor de filosofía de la religión en la Universidad de Granada, nos echa una mano en temas de tanta trascendencia. Baste recordar obras como Dios en las tradiciones filosóficas (dos volúmenes) o La imposible teodicea, ambas publicadas en esta misma editorial. Libros como éstos consagran a un autor. Estrada cuenta con una abundante producción teológica que ha ayudado a muchos cristianos a creer y comprender.
En esta nueva obra parece proponerse corregir la tajante afirmación de Gollwitzer: 'El cristiano sólo puede asegurar, gesticular, pero no probar'. Naturalmente, Estrada también sabe que en el ámbito religioso no es posible la prueba ni la demostración; pero confía en las posibilidades del verbo 'mostrar'. De ahí que inicie estas páginas apelando a experiencias y preguntas que las tradiciones religiosas intentan iluminar. A continuación confronta lúcidamente la fe religiosa con el reto de la increencia. Una confrontación que siempre resulta ardua por la ambigüedad de las imágenes de Dios que la tradición filosófico-teológica fue alumbrando.
Pero el principal escollo
para hablar plausiblemente de Dios es el enigma del mal. El mal se convierte, en efecto, en el protagonista sostenido de este libro. Los interrogantes planteados por los holocaustos que ensombrecen vastas zonas del planeta conducen a un discurso modesto, no dogmático sobre Dios. El último capítulo evoca a Dios 'como problema en la sociedad contemporánea'. A los conocedores de las tradiciones filosóficas es posible que las páginas de Estrada les traigan a la memoria la divisa de Blondel: 'Viviendo en cristiano, pensar como filósofo'. Algo que muchos filósofos, entre ellos Ortega, consideraron imposible. Los ocho estudios que integran este volumen son un ejercicio práctico de convivencia amable entre dos creencias contrapuestas: las que K. Jaspers denominó 'fe revelada' y 'fe filosófica'.
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