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INVESTIGACIÓN

Hallada una nueva clase de ser vivo 10 veces menor que una bacteria

El ínfimo genoma de la 'nanoarquea' sugiere que es la célula más primitiva de las conocidas

Javier Sampedro

Sólo una inmensa casualidad ha permitido al doctor Karl Stetter descubrir al enigmático ser vivo al que acaba de bautizar como nanoarquea. Su tamaño es unas 10 veces menor que el de una bacteria típica. Su genoma, también. Vive pegado a otro microbio, a 120 metros bajo las aguas del norte de Islandia, y ninguna técnica al uso hubiera dado con él sin mediar un gran golpe de suerte.

El modelo estándar de la evolución biológica divide a todos los seres vivos existentes en tres inmensos reinos: 1) las bacterias, 2) las arqueas (parecidas a las bacterias, pero adaptadas a condiciones muy extremas) y 3) los eucariotas, que incluyen a todos los animales, las plantas y los protistas (como la ameba y el paramecio).

Esta clasificación tripartita, contraria a toda intuición, se basa en la comparación de los ribosomas, las complejas máquinas universales que fabrican las proteínas de todos los seres vivos. Por muy similares que parezcan las bacterias y las arqueas, sus ribosomas son muy distintos. Y por muy diferentes que parezcan los gladiolos y los seres humanos, sus ribosomas son muy similares.

Karl Stetter, al frente de un equipo de la Universidad de Regensburg y el Instituto Max Planck de Heidelberg (ambos en Alemania), estaba analizando los microbios de las profundidades oceánicas en una zona al norte de Islandia, donde la actividad volcánica submarina calienta el agua en algunos puntos hasta rozar la temperatura de ebullición. Ya se puede considerar un éxito en sí mismo que Stetter descubriera allí una nueva arquea, a la que ha llamado Ignicoccus.

Pero la mayor sorpresa de su carrera profesional se la ha encontrado pegada a la superficie de Ignicoccus: unos minúsculos microbios de sólo 0,4 micras de diámetro (una micra es una milésima de milímetro; las bacterias y las arqueas comunes miden entre 4 y 10 micras, véase la fotografía). Los investigadores, que presentan hoy su hallazgo en Nature, han denominado a esa forma enana de vida Nanoarchaeum equitans (lo de equitans se refiere a que cabalgan sobre el Ignicoccus), y proponen llamar nanoarqueas a su supuesto grupo.

Lo primero que hizo Stetter fue examinar sus ribosomas para ver a qué reino biológico pertenecían (para ser exactos, lo que hacen los biólogos evolutivos es examinar los genes que contienen la información para fabricar ciertas partes esenciales del ribosoma). Pero los ribosomas de la nanoarquea resultaron ser aún más extraños que su tamaño: eran claramente distintos de los ribosomas de las arqueas, de las bacterias y de los eucariotas. Es decir, distintos de todo ser vivo descrito hasta la fecha. Sin embargo, se parecen un poco más a los ribosomas de las arqueas que a los de los otros dos reinos. Ello, unido a que estos microbios viven a temperaturas cercanas a los 100 grados -al igual que Ignicoccus y muchas otras arqueas-, ha decidido a Stetter a clasificarlos como un nuevo tipo de arqueas (de ahí el nombre nanoarqueas).

Algunos evolucionistas creen que los microbios que viven a temperaturas cercanas a los 100 grados son descendientes directos de los primeros seres vivos de la Tierra, puesto que el planeta tardó cientos de millones de años en enfriarse tras su formación. Las nanoarqueas no sólo cumplen esa condición, sino que tienen sólo unos pocos cientos de genes (en vez de unos miles, como los microbios normales). ¿Podrían representar a los seres más primitivos del planeta?

Stetter respondió ayer a este diario: 'Por supuesto, hay fascinantes posibilidades de que Nanoarchaeum se revele como un superviviente de la Tierra primitiva'. ¿Podría la fusión entre varias de estas formas enanas haber dado lugar a la primera célula del planeta? 'Sí, e incluso un suceso de fusión entre organismos similares a las nanoarqueas podría haber dado lugar a la primera célula eucariota'. Stetter se apresura a añadir: 'Pronto habrá noticias: el genoma de Nanoarchaeum acaba de ser secuenciado por Diversa Corp., una compañía de San Diego (EE UU). Estamos muy excitados por ver qué dan de sí los genes de nuestro querido enano'.

Nanoarchaeum no crece por sí sola en los cultivos convencionales de los biólogos, y la extrañeza de sus ribosomas hubiera impedido descubrirla mediante los anzuelos genéticos habituales. Stetter sabe ahora cómo hallar a los de su clase, y nadie se atreve a predecir cuántos más aparecerán en los próximos años.

Arriba, imagen al microscopio electrónico de cuatro <b></b><i>nanoarqueas</i> pegadas al costado derecho de una célula de <b></b><i>Ignicoccus. </i>Abajo, a la izquierda, se aprecia que las <b></b><i>nanoarqueas</i> no llegan a fundirse con el <b></b><i>Ignicoccus,</i> aunque se peguen a él.
Arriba, imagen al microscopio electrónico de cuatro nanoarqueas pegadas al costado derecho de una célula de Ignicoccus. Abajo, a la izquierda, se aprecia que las nanoarqueas no llegan a fundirse con el Ignicoccus, aunque se peguen a él.NATURE

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