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Reportaje:LITERATURA POPULAR | Raíces

Cernuda y la poesía popular

Avanza el centenario de Luis Cernuda con variados actos de desigual importancia. Demasiado incienso en algunos, escasa pólvora en otros. Un poco más de equilibrio vendría mejor. Mejor para el poeta, quiero decir, para su necesaria relectura, con aportaciones más críticas que nos lo hagan más vivo, menos sacralizado. Una cosa sí se va consiguiendo: despolitizar la causa. Tal vez porque a su debido tiempo fueron advertidos ciertos fantasmas asomando en el horizonte, y que esperamos no estén agazapados, en espera de su oportunidad.

La nueva circulación de la obra poética es, sin duda, lo mejor. Pero echamos en falta una atención mayor al Cernuda crítico literario, de extraordinaria importancia también. En esa dimensión, cobran para estas páginas especial relieve las ideas del poeta-profesor acerca de la poesía popular, contenidas principalmente en un artículo, así denominado, Poesía popular, datado en 1941, durante la etapa escocesa del autor.

Ni la fecha ni el lugar son irrelevantes en este caso, sino todo lo contrario. La guerra civil es todavía una descomunal herida, y la triste suerte de algunos poetas españoles, compañeros de Cernuda, los ha llevado a la dispersión o a la muerte. Entre ellos, Alberti y Lorca, los dos máximos representantes del neopupularismo de la Generación del 27, el uno con su Romancero gitano y sus canciones infantiles; el otro con Marinero en tierra y sus poesías de combate. (Aún habría que añadir al Miguel Hernández de Viento del pueblo). Que Cernuda sea capaz de pensar, y pensar críticamente, en ese contexto en carne viva, sobre asunto tan capital, a saber, en qué consiste y qué validez tiene la poesía popular, no deja de resultar sorprendente. ¿Hubo quizás algo de provocación, como casi siempre que él acometía un empeño teorético? Tal vez. Pero contra qué y contra quién. Trataremos de responder a estas preguntas.

La estancia en Glasgow tal vez sea la verdadera clave. La privilegiada proximidad con los fundamentos teóricos del Romanticismo anglosajón, con los poetas laquistas, Wordsworth y Coleridge, defensores a ultranza de las excelencias de la poesía anónima y tradicional, de la gente, debió actuar de incitación. Cernuda, siempre leal e insobornable en la defensa radical de lo que entendía por verdadera poesía, tal vez no pudo resistirlo. Y aun con los recuerdos exacerbados de la tragedia española, y de aquellos colegas que defendieron hasta la muerte o el exilio todas las causas del pueblo, el poeta sevillano se adentra en una de las teorizaciones poéticas más interesantes de cuantas escribió (aunque él lo llama 'divagación', acaso por cautela), y no precisamente para valorar la poesía del pueblo, sino más bien para negarla.

La pregunta básica es, naturalmente, ¿qué debe entenderse por poesía popular? ¿La de humildes recursos formales? ¿La que gusta a la mayoría? ¿La que circula con la tradición? ¿La que enaltece las causas de los de abajo? A buen seguro que no habrá una sola y clara definición, y Cernuda lo sabe. Por eso los primeros compases del artículo van encaminados a intentar acotar el concepto. Tarea nada fácil, en la que ya, inevitablemente, se deslizan algunos prejuicios y actitudes del autor, mezclados con otras apreciaciones muy certeras.

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