Fuente del Berro

Hace varios meses que en el parque de la Fuente del Berro de Madrid, solía reunirse los domingos por la tarde un amplio grupo de familias de emigrantes latinoamericanos. Los hombres jugaban al voleibol, mientras las mujeres charlaban en grupos vigilando a los niños. Al día siguiente, y según pude comprobar personalmente, la zona estaba completamente limpia. Recientemente, el Ayuntamiento de la capital decidió tomar cartas en el asunto y ha prohibido estas 'agrupaciones incontroladas', como las llama, alegando que cometían el flagrante delito de ser muchos y de consumir alimentos llevados desde casa sin pasar por ningún control sanitario.

Este último domingo había en el parque dos coches de la Policía Municipal para controlar a los pocos que osaban jugar un discreto partido de fútbol. Las familias habían desaparecido. Después de sufrir un penoso desarraigo para cubrir las tareas que aquí nadie está dispuesto a hacer, después de trabajar los horarios máximos cobrando los sueldos mínimos, después de vivir amontonados en pequeños pisos de altos alquileres, estos emigrantes no tienen ni siquiera el derecho de reunirse una tarde a la semana siguiendo esa vieja costumbre comunitaria que aquí dejamos perder hace tiempo. Tal vez todo sea porque es más fácil abusar de alguien después de haberlo degradado. Porque queremos explotarlos, pero no verlos.