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Columna
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Nada con sifón

El PP ni quita ni pone aunque Ponga puso. De acuerdo, suena a trabalenguas pero la Fiscalía podría poner en Ponga el haber puesto a disposición del BBV un potente dispositivo para la evasión de impuestos, o, como quien dice, para ponerlos en polvorosa. Aunque no es el único; trabalenguas, quiero decir. El otro día supimos que aun habiendo más parados en la CAV había menos. Era el único sitio de este nuestro corralito del que no se había enseñoreado el absurdo. Me refiero estrictamente a la cosa laboral, porque en lo que concierne a la aritmética llevamos cien años sabiendo que uno es siete, o siete uno o uno tres o cuatro. La explicación era muy simple, la de los parados, claro, porque la otra lleva visos de infinito: se habían limitado a variar el método de conteo para ajustarlo a las normas europeas. Pero no es un mal método, digo el de variar constantemente los procedimientos de medición, porque así las cifras saldrían redondas y nunca sabríamos si hay más parados, que es lo que importa, porque a nada que haya menos la noticia trasciende más allá de los laboratorios de estadística y se vende como pongas, digo, como churros.

Sí, llevamos una semana donde todo anda si no manga por hombro sí mangas por capirotes o sin pies ni cabeza, que es otra manera de denominar los galimatías. Sin ir más lejos, a uno se le ocurre coger un libro pese a que fuera el Día del Ídem y se encuentra con un Ambrose Bierce especialmente ocurrente que le narra cómo iban caminando el Político Joven y el Político Viejo por un camino polvoriento rumbo a Ciudad de la Próspera Oscuridad. En éstas, el Político Joven harto de las asperosidades y calores de la marcha le propone que se desvíen hacia un magnífico bosque que les ofrece sombra y frescura bajo el tentador cartelón que avisa que por allí se va al Palacio de la Distinción Política. El Político Viejo le responde que sería en verdad agradable caminar por aquella hermosa floresta si no les amenazara el peligro que lleva inherente la búsqueda del Palacio de la Distinción Política. '¿Qué peligro?', pregunta el joven. Y el Político Viejo le responde: 'El de encontrarlo'.

Que es justo lo que les ha pasado a los socialistas franceses. A fuerza de no querer distinguirse no sólo han alcanzado la Ciudad de la Próspera Oscuridad, sino que se han disuelto en ella. Eso explicaría el descalabro del domingo mejor que la división de la izquierda. Porque la izquierda estaba dividida en base a mensajes muy concretos, entre los que no destacaba por su atractivo tampoco el de Jospin. Sin embargo, también podría sostenerse lo contrario. Porque si algo caracteriza a Chirac es el no tener discurso. Ni diferenciado ni indiferenciado. Con el agravante de que está bajo sospecha. Su discurso no, él en persona, debido a un sinfín de chanchullos que han convertido la Ciudad Luz en la Ciudad de la Próspera Oscuridad, sobre todo por lo mucho que les ha caído a sus bolsillos. A los de Chirac. Ya se sabe, a ciudad de la oscuridad revuelta, ganancia de iluminados. Pero es que hay fidelidades y fidelidades, y las de los entusiastas de Chirac se han impuesto a la de los entusiastas de Jospin. Aunque luego hayan llorado por su desafección. Pienso en los hipotéticos votantes socialistas.

Y ahí es donde la comedia se convierte en tragedia. Porque nada de todo eso hubiera tenido mayor importancia si no hubiera sido por Le Pen. Mejor dicho, por la mucha gente que el siniestro heredero del ideario hitleriano arrastra tras de sí. Ahí está, sin duda, lo verdaderamente preocupante. Puede que de manera muy astuta el demagogo ultraderechista haya dulcificado su programa y sus ideas para que no se viera lo que se veía en los años 70, cuando campaba por sus respetos y sus milicias, en un entramado que lo mismo imitaba la parafernalia nazi que conseguía llevar a la práctica algunos de sus métodos apaleando inmigrantes y melenudos de izquierdas.

Pero ahí siguen su discurso ultranacionalista de cierre de fronteras y salida de Europa, así como la venta de seguridad a base de yugular a los que parecen extranjeros, porque, según parece, los buenos franceses son unos santos. Y ahí siguen los que le siguen. ¿Absurdo? Semanas así piden a gritos que se acaben.

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