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Reportaje:

Viaje literario al África negra

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Llevan cinco años reuniéndose para ponerse los dientes largos. Los viajeros de la tertulia del Matisse (Campoamor, 60), un pub cercano a la avenida de Blasco Ibáñez, en Valencia, se juntan un martes de cada dos para contarse las historias de su último viaje al país más recóndito, realizado con el medio de transporte más inusitado e, incluso, en condiciones extremas. Son viajeros especiales que no se conforman con las ofertas de las agencias. Marchan a lugares donde se corre el riesgo de contraer la malaria o de quedarse horas esperando un medio de transporte y, aunque no le hacen ascos a Europa, se les encienden los ojos cuando les mencionan la Patagonia, un viaje al fondo del mar o Burkina Faso.

La tertulia de viajeros del pasado martes fue especial. Miguel Bayón (Madrid, 1957), viajero, periodista de EL PAÍS y escritor madrileño, vino a Valencia a presentar su cuarta novela, Mulanga, editada por Planeta. Se habló de literatura y de viajes, pero sobre todo se habló de África. Bayón lleva casi 30 años trabajando como periodista y, como algunos de los 40 tertulianos que acudieron a escucharle, tiene desde hace años una pasión: África.

Mulanga podría ser cualquier país africano con sus graves carencias sanitarias, guerras e inestabilidad política, en el que aterriza un entrenador de fútbol para hacerse cargo de la selección nacional. El deporte, que debía ser un instrumento de cohesión social, acaba desencadenando la violencia. Un tema crudo que en la novela de Bayón está teñido de sentido del humor, el humor de la propia África.

'Mi propósito no era escribir la novela tópica sobre África: los negros como telón de fondo y el protagonismo para un blanco que va allí a encontrarse a sí mismo, como si no pudiese hacerlo en Mislata', explicó Bayón. 'Todo eso es tarzanitis o conraditis. El personaje blanco de mi novela es un entrenador de fútbol, poco sospechoso de elucubraciones', añadió.

En el extremo de una hilera de mesas, ataviado con su característica camisa de motivos africanos y el colorido neón del Matisse como telón de fondo, Bayón fue abriendo cada una de las heridas de África: Sida, ayuda mal administrada que crea dependencia, corrupción, guerras,... 'La globalización en África es el viejo colonialismo. La clave de su situación son las materias primas que siguen en manos occidentales. La liberalización del comercio que predica el capitalismo se aplica allí con diferente rasero', afirma.

Una tertuliana respaldaba la opinión de Bayón: 'La solución de África no pasa por la limosna, aunque también la necesitan. Es cuestión de permitirles ser competitivos con su propios productos, de permitir que su agricultura entre en Europa y dejar de blindar la nuestra'.

La foto morbosa o el número de muertos de la última guerra tribal es el único interés de los medios de comunicación por África, según Bayón. 'Allí las guerras tienen todas un motivo económico que no se cuenta. No creo que África esté condenada a muerte, pero sí al silencio y a la distorsión. La esperanza no es la alta política, que está corrompida o sometida por Occidente. La esperanza está en la sociedad civil, sobre todo en los grupos de mujeres que, en África y en la mayor parte del mundo, son las que hacen casi todo'.

El viaje, la curiosidad, el boca a boca de los viajeros que han respirado bajo el cielo africano y han visto cómo vive la gente en los medios rurales son, según este autor, la esperanza de África. 'Los medios de comunicación recogen lo que hay en la calle. África saldrá en los medios cuando la solidaridad sea motivo de inquietud social', concluyó.

Bayón aconsejó a los tertulianos 'ir a todas las discotecas africanas, andarse con cuidado en las ciudades ricas y, sobre todo, visitar las misiones y las ONG que conocen lo que realmente pasa en África, necesitan los pocos medicamentos que puedas llevarles y te dan de comer en condiciones higiénicas aceptables'.

Y recomendó a los jóvenes viajar por África: 'Como viaje iniciático es fundamental. Lo que no entiendo es cómo no lo están haciendo todos. Es mucho mejor que el botellón', añadió entre risas.

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