Bienestar sí, ruidos no
Por mucho que ciertos poderes quieran convencernos de lo contrario, es harto sabido que el ser humano alcanza su óptimo estado mental en la soledad y el silencio, aunque luego salgamos de ella, voluntariamente o por necesidades. Amo el silencio y lo busco. Por eso agradezco tanto la lluvia, ese rumor del agua que ahuyenta los ruidos molestos. Porque mientras llueve, ¡oh, albricias!, no hay motos en las calles. La moto, ese terrible fenómeno ante el que nadie todavía parece protestar en serio. Nadie parece suficientemente indignado ante el incesante tronar de esos insignificantes motores agónicos que tienen las motillos de tres al cuarto. No me refiero a esas grandes motos de agradable sonido, sino a las que suelen llevar ciertos adolescentes irresponsables, hijos de padres más irresponsables aún que permanecen impasibles, seguramente delante del televisor, nutriéndose de esos programas tan edificantes, mientras sus retoños campean alegremente molestando al prójimo con el estruendo de sus motores castrados -¡a propósito!- de silenciador. Pero más aún me irrita la impasibilidad de los municipales, poseedores -para más inri- de artefactos medidores de decibelios. Tal vez esperan órdenes más contundentes para actuar. ¿Y qué decir de aquellos que tienen en sus manos la potestad inigualable de acabar con los ruidos y no lo hacen? ¿Es quizá porque piensan que esos pequeños miserables motorizados les van a negar su voto? No es de extrañar, porque cada vez se trabaja menos para el bienestar general, tal y como debe entenderse. Aquí se trabaja con una extremada habilidad para los bienes más inmediatos. Ya saben: ese presentismo de que están enfermos la mayoría de los políticos. Yo, entre tanto, mientras la epidemia de presentismo continúe marcando sus sonrisas ante las cámaras o en los carteles de propaganda electoral, me seguiré absteniendo del voto y trataré de convencer a los que me rodean de lo inútil de este gesto. E invito a ciudadanos responsables como yo a que protesten por estas injusticias, a que se levanten contra los bárbaros inconscientes que siembran nuestras calles de escándalo y nos impiden pasear por ellas sin crispaciones. Protesten, por favor. Protesten.
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