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LA CRÓNICA
Columna
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¿Quiere ser 7 centímetros más alto?

Antonio Lorca

Lo leo en un anuncio de zapatos para hombre que ocupa media página de una revista. En un recuadro del anuncio hay un esquema por si no te queda claro lo que supone ganar siete centímetros (según la propaganda te hace siete veces más feliz). Se ve el dibujo de un muñeco y a su lado el de un muñeco más alto. Debajo del alto pone '+ 7 cm' para que te quede clara la diferencia. Saco el cartabón y compruebo que el alto mide siete milímetros, mientras que el bajo seis y medio. Lo que me indigna es que el alto tiene un ancho de hombros de tres milímetros mientras que el bajo sólo dos, y eso es bastante rastrero por parte del creativo dibujante. No hay necesidad de hacer más cachas al siete centímetros más alto. Escribo a la empresa para solicitar el catálogo gratuito. Me llega a los dos días, y así me entero de que tienen un modelo llamado Birminghan -con n final y no m-. En la página 2 leo un texto algo inquietante: 'Este catálogo anula todos los anteriores'. También pone: 'Le garantizamos que nuestros modelos aumentan su estatura + 7 cm. Pero si por cualquier motivo no queda satisfecho, le devolvemos su dinero'. Es lógico que todo el mundo aumente siete centímetros con los zapatos, ya que el truco es 'una plantilla interior que actúa de cuña y permite aumentar su estatura sin que se note exteriormente', pero desde el momento en que te recuerdan que van a devolverte tu dinero es que a lo mejor alguien no aumenta lo que se espera de él. En el catálogo viene también la foto de la señorita Pilar, que es la que te atiende telefónicamente. La llamo, pero sale un contestador que dice que con motivo de la Feria de Abril no estará hasta el día siguiente. Duermo mal. Sueño que escribo una carta al director proponiendo que en las ruinas del Born, además de libros y piedras, instalen su sede social las chicas de Bailén 22. Al día siguiente telefoneo otra vez. Se pone el gerente, que se llama don Andrés Ferreras y habla todo el rato con signos de exclamación. Le pregunto si él usa los zapatos y contesta que sí porque la sensación es '¡fabulosa!'. Que es esa sensación de combatir '¡aquellos pequeños complejos!'. Cuando le explico que voy a escribir una crónica para EL PAÍS, dice enigmáticamente: '¡Si yo pudiese revelar la de miembros del Grupo Prisa que son clientes míos...!'. Le informo de que vivo en Barcelona y añade: '¡Si yo pudiese revelar la de clientes que tengo en Barcelona...!'. Por supuesto, al darle el nombre de mi calle, suelta: '¡Si usted supiera la de clientes que tengo en esta calle...!'. Tengo miedo de darle el número de piso, por si todos mis vecinos y sus parientes usan este calzado. Al cabo de un rato don Ferreras ya me ha convencido: no hay ser de sexo masculino en la Generalitat, en la oposición y en el gobierno de Maragall a l'ombra que no sea siete centímetros más alto gracias a él. 'Comprenda, por favor, que no le dé nombres' suplica. 'Sólo puedo decirle lo de Tom Cruise porque ya ha salido en los medios. Tom Cruise, sin mis zapatos, todavía sería más bajo. Me paso la vida mirando los pies de las personas más importantes (si yo le contara...) y no revelando de quién son. Ya sufro de deformación profesional y en lo primero que me fijo, de la persona, es en el pie. Las manos me dan igual. Tengo aquí delante de mí, sin ir más lejos, unos zapatos de piel de anca de potro que son un encargo muy concreto, comprenda que no le diga más'.

El responsable de una firma de zapatos milagrosos afirma que 'el actor Tom Cruise, sin mis zapatos, todavía sería más bajo'

Comprendo. Estos zapatos son como los sujetadores con relleno; puedes ponértelos siempre que no tengas una orgía sorpresa, porque sería feo quitártelos delante de todo el mundo. Del mismo modo, el usuario de los zapatos no podrá ir a casa de un matrimonio que se acabe de instalar el parqué flotante, ya que con la ilusión de la novedad, los primeros días te obligan a ir descalzo. Tampoco podrán usarlos los escritores o actores, porque practican una costumbre extrañísima que consiste en hacerse las fotos de promoción enseñando los pies desnudos para parecer enrollados y mediterráneos. El descalzo posado de la semana última lo vimos en el Lecturas, protagonizado por Sergi Mateu. Pero en cambio, el producto de don Ferreras no discrimina al colectivo árabe, que suele usar zapatos abiertos por detrás para ir a la mezquita. El modelo Combo (una de las grandes novedades de la presente colección) es una de esas zapatillas de andar por casa, con el talón descubierto. Don Ferreras me dice que en caso de que yo quiera hacer un pedido (para mi esposo) nadie lo sabrá. Si una cosa tiene él es que respeta la confidencialidad y el anonimato de sus clientes. Recibiré un paquete discreto en mi casa. La caja será totalmente neutra, no se notará que es de calzado. Todo esto es un poco paranoico porque unos zapatos, en sí, no son algo sospechoso. Es sospechoso que no quieran parecer sospechosos. Es como cuando vas a hacer la compra del mes al sex shop; no hay manera de entrar haciéndote el transparente.

Nota: En la elaboración de esta crónica se han descartado los siguientes títulos, por poéticos: Mi pie izquierdo, Con buen pie y Zapatos de altura. También se ha descartado, no sin dolor, Descalzos por el parqué, que quería jugar con el título de esa película de Jane Fonda y Robert Redford llamada Descalzos por el parque. No sé si se entiende.

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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